Hasta las comedias más disparatadas o fantásticas han de tener cierta lógica interior, una trama verosímil que hagan creíbles o comprensibles, las situaciones o comportamientos más estrambóticos de sus personajes, para que el espectador acepte sus locuras y se deslice con naturalidad en ellas.
Y siento decirlo pero esta comedia de enredo falla por completo en ese primer mandamiento.
Un guion forzado trata primero de hacernos aceptar que un marido celoso va a hacerse pasar por un fantasma, aprovechando que ha sido dado por muerto, para comunicarse con su esposa y convencerle de que no debe aceptar las atenciones de su rival.
Huelga decir que la premisa es sólo la excusa para ir metiendo los enredos, bastante ingeniosos, que se irán complicando cada vez más en suave in crescendo hasta la apoteosis final en un barco en el que estallará la locura. Pero no es suficiente y la película se estrella sin remedio. El espectador no se ríe (yo, al menos, no me he reído). Todo resulta forzado, cogido con pinzas, no se comprende la actitud del marido espantando al moscón de esa manera "tan original", cuando simplemente podría reaparecer y poner las cosas en su lugar de nuevo.
Tampoco las actuaciones ayudan, la verdad. Ninguno de los actores parecen encontrarse cómodos en su papel. O, quizá, simplemente, no están bien dirigidos. En cualquier caso los gags (ya clásicos y por todos conocidos y apreciados), se presentan mecánicos, rutinarios y previsibles. Es como si nos contaran chistes buenos y conocidos, pero nos lo contara un amigo que no tiene gracia. Pues, entonces, dejan de tener gracia.