Entretenida historia de traición y amistad en el seno de la mafia es lo que nos ofrece esta historia, a la que bien merece la pena echarle un vistazo aunque sea tan sólo por ver actuar a esos rostros conocidos que tan bien se desenvolvían en ella.
Sube y baja, baja y sube, las calles de San Francisco nos harán recordar, una vez más, que no son las más idóneas para pasear por ellas, a no ser que tengas un descapotable con una señorita a tu lado ( Marilyn Maxwell) o una escalera mecánica.
Porque, hablando de escaleras, las de esta película no son, precisamente, las que más le apetecería a uno subir...o bajar.
Dos amigos ( George Raft y William Bendix), situados a uno y otro lado de la valla. También hay un tercero ( Harry Morgan), pero ese no superó el riesgo de las alturas y prefirió largarse al otro barrio sin firmar la póliza de seguros ni nada.
También Raft desconfía de los seguros. Y no sé por qué porque los vendedores son muy amables. Te ofrecen atención personalizada, servicio a domicilio y taxi gratis siempre que lo necesites aunque, eso sí, sin vistas al exterior.
Mira que Bendix se lo advierte una y otra vez.- " A ver Raft, ¿para qué sirven los colegas policías?. Pero él nada, callado como una tumba, prefiere olfatear en la lejanía los perfumes de las rosas que le llenen de luz en la oscuridad.
Con esta película siempre te quedas con la sensación de que todo esto lo hemos visto más veces y mejor pero no dejar de ser un agradable pasatiempo con un par de giros, muy logrados, que le aportan cierta emoción al conjunto dentro de su sencillez.