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Voto de Chris Jiménez:
6
Drama En 1884, en plena Era Meiji, una mujer llamada Eiko, que lucha por la igualdad de derechos, decide irse a Tokio e ingresar en el Partido de Liberación de la Mujer, pero se enamora del líder Kentaro, justo cuando el Partido es disuelto por el gobierno. Eiko y Kentaro son injustamente encarcelados, acusados del incendio de una fábrica que ha sido perpetrado por Chiyo, una antigua sirviente de Eiko. (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Japón de finales de los '40 está cambiando. La presencia americana modifica todos y cada uno de los medios de expresión imponiendo su voluntad; su intervención en el cine se basa en destruir los films realizados durante la guerra, reorganizar las productoras e incitar a rodar obras en defensa de los valores de la democracia.

El tradicionalismo es sustituido por los estilos neorrealistas y las influencias occidentales. Kenji Mizoguchi se ha convertido en presidente de Shochiku, pero pronto presenta la dimisión de su puesto en el sindicato; éste ha sabido siempre ajustarse a la realidad del momento: en tiempos de guerra filmaba propaganda, ahora dramas sociales donde presenta sin tapujos sus ideales más liberales; además, descubrir a Rossellini le ha influenciado mucho. Tras la áspera y salvaje "Mujeres de la Noche" la productora le ofrece rodar un guión escrito por Kaneto Shindo basándose en una obra del autor Kogo Noda.
La historia está tratada desde el espíritu militante e izquierdista, y relata una parte de la vida de Higeko Kageyama, importante activista y combatiente socialista que durante la convulsa Restauración Meiji luchó por los derechos de la mujer y su libertad contra las ataduras de la tradición. El inicio es un perfecto reflejo del sentimiento contestario del momento, con una manifestación en las calles de la Okayama de 1.884 en defensa de los derechos del pueblo, rindiendo pleitesía a una activista real, Toshiko Kishida, antes de la aparición de Eiko (trasunto de Kageyama), que inspirada por aquélla decide formar parte del movimiento por los derechos humanos.

Mizoguchi se siente a gusto plasmando sus ideas liberales en pantalla y aborda los temas que le obsesionan con total libertad y desde un realismo sórdido, amargo y crudo; establece el choque de mentalidades comenzando por la familia de la protagonista, que se revela contra el brutal autoritarismo del padre (perfecta imagen del japonés de la era Meiji) antes de tomar la importante decisión de marchar a Tokyo y unirse al Partido Liberal, dirigido por Kentaro Omoi (en realidad Oi Kentaro), mientras su sirvienta, Chiyo, se vende como prostituta para ayudar a sus padres. El cineasta puede expresarse con libertad y no duda en lanzar furioso su perorata.
Condena la corrupción política y la maldad del militarismo y las clases altas, rechaza cualquier remanente del Japón feudal, aboga por la renovación cultural inspirada en las tendencias llegadas de Occidente y lucha en todo momento por las masas desfavorecidas (siendo un perfecto ejemplo la honesta recreación que lleva a cabo sobre las revueltas de Chichibu, en las cuales participa el Partido Liberal); aunque, por encima de todo y como de costumbre, se alza a favor de la mujer, pues considera que lo político (la idea, la manifestación, la libertad) ha de expresarse a través del drama y el destino femenino.

Esto quedará mejor tratado que nunca en ese insoportable tramo de película centrado en la condena de Eiko junto a las mujeres de la factoría, donde Mizoguchi hace por crear una atmósfera realmente agobiante y abrasiva con el objetivo de ponernos en la piel de las mujeres, que resultan ser las víctimas en todos los casos: de la opresión, la cobardía, la ignorancia, la barbarie, el salvajismo encarnado en el hombre; de hecho ningún personaje masculino protagonista, ni uno solo (lo que se lleva mi personal desaprobación) obtendrá la redención ni la simpatía, desde el padre hasta el marido pasando por el patrón esclavista, los guardias de la prisión o el militante político.
Y es que incluso el dirigente progresista (Omoi), que tanto dice defender la libertad de derechos y la democracia y apoyar la causa femenina, acaba quedando por obra y gracia del realizador como un cínico sin escrúpulos que engaña a Eiko, cosa que admitirá sin problemas. En efecto no hay esperanza para la mujer en un mundo dirigido y gobernado por las acciones y las palabras de los hombres, y la protagonista, seguidora ferviente de Juana de Arco (sobre la que escribe), es sin duda el bastión que se erige en contra de esta terrible injusticia, para abrir los ojos de los necios, para dar voz a las mujeres maltratadas y condicionadas por la sumisión.

"Amor en Llamas", continuación en espíritu e ideales de "La Victoria de las Mujeres", es de nuevo un híbrido con respecto a la técnica y expresión de Mizoguchi, conteniendo a la vez secuencias fríamente realistas (destacando por encima de todas la crueldad de los maltratos dentro de la prisión), momentos líricos y grandes tomas de rebelión política; su estilo formal es heterogéneo y mezcla rigurosos planos-secuencia y de masas en inmensos escenarios con escenas íntimas y dramáticas en decorados interiores reducidos. El conjunto es, sin embargo, de una destacada belleza formal.
Su musa del momento (de la que se dice que está locamente enamorado), Kinuyo Tanaka (intelectual, comprometida y una de las primeras cineastas japonesas a partir de 1.953), da vida orgullosa, y ello se aprecia en pantalla, a Hideko (bajo un nombre ficticio), de nuevo condenando la situación de la mujer en la sociedad y su opresión sufrida por el poder masculino; ella es la estrella y Mizoguchi la filma como tal. A la sombra de la imponente actriz unos buenos secundarios como Ichiro Sugai, Eitaro Ozawa, Mitsuko Mito y Kuniko Miyake en la piel de Kishida. La película es signo de los tiempos y su mencionada belleza está al servicio de un pesado y aparentemente necesario didactismo.

El realizador queda insatisfecho comprendiendo que su arte se antepone a toda demostración militante, en especial cuando es considerado un académico por la crítica; así pues orientará sus trabajos en la búsqueda formal y estética para alcanzar la perfección (cuya cúspide será "Ugetsu Monogatari"), y lo que anunciaba su hermosa "Utamaro y sus Cinco Mujeres" y sus amargas observaciones sobre la prostitución serán la base estilística de una serie de obras exepcionales...
Chris Jiménez
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