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Voto de Chris Jiménez:
8
Drama
Yasuzo (Kô Nishimura) entra en la habitación de su hijo, Tsutomu (Tsutomu Kariba), y le estrangula. Ryoko (Nobuko Otowa), la madre del chico, llora horrorizada pero no parece protestar por la acción de su marido. ¿Qué puede llevar a un padre a hacer algo así a su propio hijo? (FILMAFFINITY)
1 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quieren un avance, los viejos de la posguerra, los que utilizaron las cenizas de sus padres para levantar un país de las tinieblas. Y los herederos de la tierra son los hijos, y ahora que la nación vive su mejor momento económico deben responsabilizarse de la situación, y nada más importa.
¿Pero qué saben ellos de sus hijos?, ¿de esta generación...?
Quizás nadie como Kazuhiko Hasegawa supo retratar mejor el lado más mísero y corrompido de esa juventud de los años '70, post-Guerra de Vietnam y post-recuperación económica cuya posición generacional les hacía cargarse a las espaldas una sociedad medio en crisis, medio en auge, en la que les había tocado vivir, y si no se cumplían tales expectativas a nada podían llegar ya; no había un lugar específico para ellos si no cumplían las expectativas de sus progenitores. El debutante lo dejó patente en la feroz "The Youth Killer", basada en un espeluznante caso real.
Dos años después el veterano Kaneto Shindo, que prosigue infatigable una carrera a la que aún falta mucho para terminar, también toma un caso real que ha conmocionado a Japón: el de Kenichi Sato, quien, siempre introvertido, desatendido por sus padres (dueños de una popular taberna en Arakawa) y tras entrar en la prestigiosa Kasei High School, empezó a manifestar síntomas de esquizofrenia, complejo y trastornos psicóticos que le llevó a episodios de violencia doméstica contra la familia; a tal grado de brutalidad que su padre sólo encontró una forma de detenerle: acabar con su vida.
En la madrugada del 30 de Octubre de 1.977 el hijo yacía sobre su cama asfixiado con la cuerda de una bata y ambos padres tratando de suicidarse arrojándose a las aguas del lago Hamana; "Kosatsu", respaldada por la Art Theater Guild, recoge estos hechos aunque en un contexto social más amplio y con algunos apuntes ficticios. El comienzo, aun así, es como sucedió: el padre (interpretado por un magistral Ko Nishimura) estrangula al hijo, rebautizado Tsutomu. Shindo empieza con fuerza, una escena áspera y cruda, y no será la primera que encontremos.
Durante una corta 1.ª parte la historia se presenta fragmentada, viajando al pasado, donde podemos ver a un hijo sobreprotegido durante toda su infancia y preadolescencia, y de vuelta al futuro, tras el crimen cometido. Lo que quiere el director es que primero nos apiademos del protagonista y sobre todo de su madre (¿quién iba a ser sino Nobuko Otowa?), cuya mente parece perderse en la confusión, el hastío y la soledad, subrayado por una comunidad vecinal tóxica que la acosa y se burla usando la compasiva condescendencia. El padre confiesa honesto el homicidio ante un juez indiferente, la madre se pierde en su ruta por la ciudad en taxi...
Es entonces cuando volvemos definitivamente atrás, y permaneceremos dentro del "flashback" hasta el completo desarrollo de la historia. Ahora un Tsutomu/Kenichi joven se centra en su vida escolar, pero Shindo deja al descubierto muy pronto diferentes elementos que contribuyen a desestabilizar su mente; el más importante es el clima irrespirable que se vive dentro del hogar, marcado por el apego materno y la mentalidad del padre, que no cesa en enfatizar el sacrificio para conseguir un puesto de prestigio en la sociedad, la soledad a la que debe prestarse el individuo en el proceso de maduración y los logros obtenidos de su propio padre, de cuya herencia vive sin problemas.
En este caso el guión cambia un poco la verdad y sólo él lleva el bar, siendo la madre un ama de casa devota y complaciente en todos los aspectos, sin presencia de abuelos...pero en ningún momento ni uno ni otro se interesa por los sentimientos del hijo. El autoritarismo opresivo de él es interceptado por el muro de atención continua de ella, así que no es extraño que cada vez se sienta más aislado por la incomunicación; a esto contribuye el segundo elemento: el ambiente escolar, gobernado principalmente por un maestro que es el análogo del padre, de mismas ideas y carácter.
Shindo se sirve de estas dos figuras masculinas de autoridad para subrayar una especie de sentimiento dictatorial que vive la generación de la época. Japón se distingue por su apuesta por los grandes avances tecnológicos, industriales y empresariales mientras se está luchando contra la crisis energética mundial.
Son los jóvenes quienes deben mantener a flote la economía, y el maestro anónimo insta a sus alumnos a no desviarse nunca de sus objetivos académicos, su lucha despiadada en una sociedad competitiva y, ante todo, por ellos mismos para contribuir a la nación, porque son los que la llevarán a ese periodo de esplendor que sería la década de los '80.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Interesante detalle que el protagonista tenga el nombre del actor que lo interpreta, proponiendo un ejercicio de oscura metaficción en dicho alegato. Con el feroz espíritu del cine de vanguardia de Oshima o Imamura, el más avanzado nativo de Hiroshima capta esa perdición generacional a través de un relato durísimo, y finaliza su prolífica década de los '70 dejándonos una sensación de malestar irremediable...
tanto más cuanto que se basa en hechos reales (sin embargo no fue ninguna chica la causante de los ataques psicóticos de Kenichi, sino, curiosamente, la muerte de su abuelo, el único al que respetaba).
¿Pero qué saben ellos de sus hijos?, ¿de esta generación...?
Quizás nadie como Kazuhiko Hasegawa supo retratar mejor el lado más mísero y corrompido de esa juventud de los años '70, post-Guerra de Vietnam y post-recuperación económica cuya posición generacional les hacía cargarse a las espaldas una sociedad medio en crisis, medio en auge, en la que les había tocado vivir, y si no se cumplían tales expectativas a nada podían llegar ya; no había un lugar específico para ellos si no cumplían las expectativas de sus progenitores. El debutante lo dejó patente en la feroz "The Youth Killer", basada en un espeluznante caso real.
Dos años después el veterano Kaneto Shindo, que prosigue infatigable una carrera a la que aún falta mucho para terminar, también toma un caso real que ha conmocionado a Japón: el de Kenichi Sato, quien, siempre introvertido, desatendido por sus padres (dueños de una popular taberna en Arakawa) y tras entrar en la prestigiosa Kasei High School, empezó a manifestar síntomas de esquizofrenia, complejo y trastornos psicóticos que le llevó a episodios de violencia doméstica contra la familia; a tal grado de brutalidad que su padre sólo encontró una forma de detenerle: acabar con su vida.
En la madrugada del 30 de Octubre de 1.977 el hijo yacía sobre su cama asfixiado con la cuerda de una bata y ambos padres tratando de suicidarse arrojándose a las aguas del lago Hamana; "Kosatsu", respaldada por la Art Theater Guild, recoge estos hechos aunque en un contexto social más amplio y con algunos apuntes ficticios. El comienzo, aun así, es como sucedió: el padre (interpretado por un magistral Ko Nishimura) estrangula al hijo, rebautizado Tsutomu. Shindo empieza con fuerza, una escena áspera y cruda, y no será la primera que encontremos.
Durante una corta 1.ª parte la historia se presenta fragmentada, viajando al pasado, donde podemos ver a un hijo sobreprotegido durante toda su infancia y preadolescencia, y de vuelta al futuro, tras el crimen cometido. Lo que quiere el director es que primero nos apiademos del protagonista y sobre todo de su madre (¿quién iba a ser sino Nobuko Otowa?), cuya mente parece perderse en la confusión, el hastío y la soledad, subrayado por una comunidad vecinal tóxica que la acosa y se burla usando la compasiva condescendencia. El padre confiesa honesto el homicidio ante un juez indiferente, la madre se pierde en su ruta por la ciudad en taxi...
Es entonces cuando volvemos definitivamente atrás, y permaneceremos dentro del "flashback" hasta el completo desarrollo de la historia. Ahora un Tsutomu/Kenichi joven se centra en su vida escolar, pero Shindo deja al descubierto muy pronto diferentes elementos que contribuyen a desestabilizar su mente; el más importante es el clima irrespirable que se vive dentro del hogar, marcado por el apego materno y la mentalidad del padre, que no cesa en enfatizar el sacrificio para conseguir un puesto de prestigio en la sociedad, la soledad a la que debe prestarse el individuo en el proceso de maduración y los logros obtenidos de su propio padre, de cuya herencia vive sin problemas.
En este caso el guión cambia un poco la verdad y sólo él lleva el bar, siendo la madre un ama de casa devota y complaciente en todos los aspectos, sin presencia de abuelos...pero en ningún momento ni uno ni otro se interesa por los sentimientos del hijo. El autoritarismo opresivo de él es interceptado por el muro de atención continua de ella, así que no es extraño que cada vez se sienta más aislado por la incomunicación; a esto contribuye el segundo elemento: el ambiente escolar, gobernado principalmente por un maestro que es el análogo del padre, de mismas ideas y carácter.
Shindo se sirve de estas dos figuras masculinas de autoridad para subrayar una especie de sentimiento dictatorial que vive la generación de la época. Japón se distingue por su apuesta por los grandes avances tecnológicos, industriales y empresariales mientras se está luchando contra la crisis energética mundial.
Son los jóvenes quienes deben mantener a flote la economía, y el maestro anónimo insta a sus alumnos a no desviarse nunca de sus objetivos académicos, su lucha despiadada en una sociedad competitiva y, ante todo, por ellos mismos para contribuir a la nación, porque son los que la llevarán a ese periodo de esplendor que sería la década de los '80.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Interesante detalle que el protagonista tenga el nombre del actor que lo interpreta, proponiendo un ejercicio de oscura metaficción en dicho alegato. Con el feroz espíritu del cine de vanguardia de Oshima o Imamura, el más avanzado nativo de Hiroshima capta esa perdición generacional a través de un relato durísimo, y finaliza su prolífica década de los '70 dejándonos una sensación de malestar irremediable...
tanto más cuanto que se basa en hechos reales (sin embargo no fue ninguna chica la causante de los ataques psicóticos de Kenichi, sino, curiosamente, la muerte de su abuelo, el único al que respetaba).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Sin embargo es la generación de las protestas estudiantiles, de las revueltas contra la corrupción política, de los movimientos radicales de izquierda; el padre menciona un crimen en que un hombre ha ahorcado a su hijo por su bajo rendimiento escolar, presagiando un desastre venidero.
El tercer y vital elemento de la pérdida de razón del chico es una compañera de clase, nunca existente en los eventos reales, Hatsuko, otra víctima, en esta ocasión de la depravación y la corrupción moral adulta. La obsesión sexual que palpita en Tsutomu, alimentada por las relaciones de sus padres que furtivamente espía, sugiriendo la idea del deseo incestuoso, le provoca también mirar a la muchacha como un objeto, una posesión.
El acoso sexual del padrastro en su habitación ejemplifican el estilo tan preciso del director, que coloca la cámara al fondo del escenario, distante, y filma en largos planos-secuencia para registrar de manera natural, casi teatral, todas las reacciones y movimientos de los entregados actores, a menudo, muy influenciado por Peckinpah usando la cámara en mano y el "slow motion" para acercarse a éstos e intensificar la sofocante sensación de agobio, de impotencia ante la destrucción/autodestrucción humana, mejor mostrado durante las salvajes escenas de violencia que desatará Tsutomu en casa.
Mucho antes de esta brutalidad servida sin concesiones a la sensibilidad del espectador, el personaje de Akemi Negishi abre una película dentro de la misma película, protagonizando junto a Tsutomu algo inesperado (y poco creíble): la ruptura de la trama con una escapada simbólica a Tateshina, remitiendo a aquellos melodramas de Yoshida (en especial "Affair in the Snow") y produciéndose un "impasse" soñado, suspensión en el tiempo que concede a esas dos almas en pena la oportunidad de experimentar sensaciones más allá del cinismo, la desafección o el odio. La maniobra del cineasta es extraña; de repente cambia interiores opresivos por inmensos espacios naturales llenos de vida y envuelve a la pareja en ellos.
Son instantes de desgarrador lirismo porque ya sabemos el destino que aguarda a ambos: la muerte. Así que, cuando Tsutomu vuelve a casa el sueño se acaba, como si nada hubiera sucedido, un recuerdo que nunca estuvo allí, una fantasía borrada por la cruda realidad, y la cruda realidad esconde un suicidio que actúa de catalizador de la fatalidad, la última chispa que faltaba para prender la mecha y hacer de él una bomba humana. Mayor atención merecía Hatsuko, tal vez el único personaje del cual se puede sentir una auténtica compasión, pues Shindo la utiliza para dejar al descubierto la verdadera cara de la joven generación.
Las entrevistas a los compañeros de clase tras la muerte de la chica provocan una terrible desesperanza; es sin duda el resultado de imponer una ética equivocada, una manipulación de conciencia que insiste en la permanencia del individualismo de posguerra, de la total ausencia de empatía o humanismo en beneficio del óptimo desarrollo económico-social. Para Shindo estos jóvenes están condenados a no prosperar como seres humanos...y considerando que Hatsuko fue la única que hizo sentirse humano a Tsutomu, nada queda ya.
Volviendo al presente la madre descubrirá su diario, que resulta alzarse como todo un alegato contra la vieja generación en una serie de vergonzosos pecados enumerados, rebosantes de odio...
El tercer y vital elemento de la pérdida de razón del chico es una compañera de clase, nunca existente en los eventos reales, Hatsuko, otra víctima, en esta ocasión de la depravación y la corrupción moral adulta. La obsesión sexual que palpita en Tsutomu, alimentada por las relaciones de sus padres que furtivamente espía, sugiriendo la idea del deseo incestuoso, le provoca también mirar a la muchacha como un objeto, una posesión.
El acoso sexual del padrastro en su habitación ejemplifican el estilo tan preciso del director, que coloca la cámara al fondo del escenario, distante, y filma en largos planos-secuencia para registrar de manera natural, casi teatral, todas las reacciones y movimientos de los entregados actores, a menudo, muy influenciado por Peckinpah usando la cámara en mano y el "slow motion" para acercarse a éstos e intensificar la sofocante sensación de agobio, de impotencia ante la destrucción/autodestrucción humana, mejor mostrado durante las salvajes escenas de violencia que desatará Tsutomu en casa.
Mucho antes de esta brutalidad servida sin concesiones a la sensibilidad del espectador, el personaje de Akemi Negishi abre una película dentro de la misma película, protagonizando junto a Tsutomu algo inesperado (y poco creíble): la ruptura de la trama con una escapada simbólica a Tateshina, remitiendo a aquellos melodramas de Yoshida (en especial "Affair in the Snow") y produciéndose un "impasse" soñado, suspensión en el tiempo que concede a esas dos almas en pena la oportunidad de experimentar sensaciones más allá del cinismo, la desafección o el odio. La maniobra del cineasta es extraña; de repente cambia interiores opresivos por inmensos espacios naturales llenos de vida y envuelve a la pareja en ellos.
Son instantes de desgarrador lirismo porque ya sabemos el destino que aguarda a ambos: la muerte. Así que, cuando Tsutomu vuelve a casa el sueño se acaba, como si nada hubiera sucedido, un recuerdo que nunca estuvo allí, una fantasía borrada por la cruda realidad, y la cruda realidad esconde un suicidio que actúa de catalizador de la fatalidad, la última chispa que faltaba para prender la mecha y hacer de él una bomba humana. Mayor atención merecía Hatsuko, tal vez el único personaje del cual se puede sentir una auténtica compasión, pues Shindo la utiliza para dejar al descubierto la verdadera cara de la joven generación.
Las entrevistas a los compañeros de clase tras la muerte de la chica provocan una terrible desesperanza; es sin duda el resultado de imponer una ética equivocada, una manipulación de conciencia que insiste en la permanencia del individualismo de posguerra, de la total ausencia de empatía o humanismo en beneficio del óptimo desarrollo económico-social. Para Shindo estos jóvenes están condenados a no prosperar como seres humanos...y considerando que Hatsuko fue la única que hizo sentirse humano a Tsutomu, nada queda ya.
Volviendo al presente la madre descubrirá su diario, que resulta alzarse como todo un alegato contra la vieja generación en una serie de vergonzosos pecados enumerados, rebosantes de odio...