Media votos
6,4
Votos
2.213
Críticas
2.185
Listas
68
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Chris Jiménez:
10
7,4
25
Acción. Drama
En las regiones montañosas de Hida, los deseos de un campesino llamado Kyonosuke, que siempre ha soñado con ser un samurái, finalmente se hacen realidad cuando se convierte en uno de los tres dobles, o sombras, de Lord Yasutaka. Después de meses de entrenamiento intenso y cruel, se enfrenta a su destino, cuando el Señor de las sombras y otros dos son asesinados en la batalla y debe asumir el papel de Lord Yasutaka. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un individuo despojado del privilegio de ser un individuo libre está condenado a seguir los pasos, los deseos y la vida de otros...a convertirse en poco menos que una sombra débil y fácil de desaparecer en las tinieblas.
Ese será el tema principal que recorra una de las novelas más emblemáticas del galardonado y controvertido autor de ideales izquierdistas Norio Nanjo, maestro del género histórico que vio varias de sus obras llevadas a la gran pantalla ("Bushido Zankoku Monogatari", "Shikonmado"...).
La adaptación de "Daisan no Kagemusha", cuyo guión firma Seiji Hoshikawa, cae en las manos del legendario Umetsugu Inoue, uno de los realizadores nipones más prolíficos y versátiles que existieron, por desgracia prácticamente desconocido para la mayoría. Aunque destacaría en el musical, registro donde se ganó una intachable reputación, abordó otros con indudable talento, desde el cine de yakuzas hasta la comedia pasando por el histórico, y el título que nos ocupa es quizás el mejor ejemplo de ello, cuyo inicio es muy significativo: unas flechas incendiarias atraviesan la oscuridad de la noche e impactan contra un escenario en el que se disponen algunos objetos de noble linaje, presagiándose un inevitable conflicto.
Un destino habitado por la muerte y la tragedia, antes de situarnos en el lugar de los hechos: el 7.º año de la era Eiroku (1.558-1.570), en las montañosas regiones de la provincia de Hida. En este periodo inestable de sangrientas guerras civiles, de señores que luchan por reunificar el territorio y acumular fortuna, los samuráis son la figura más temida, respetada y admirada, sobre todo por los jóvenes de clasa baja, quienes viven de sueños acerca de la gloria y la riqueza (sueños falsos y engañosos, los cuales se vuelven ceniza en el corazón de los hombres, como afirma el narrador), al igual que Kyonosuke, un inocente campesino que, como sus coetáneos, desea convertirse en un valiente samurái.
Oportunidad que le llega de repente cuando es llamado por uno de los hombres del poderoso Yasutaka Ikemoto. Pero no serán sus raíces familiares de samurái la causa, sino su gran parecido físico con el señor, por lo que las intenciones de la convocatoria pronto se revelan: Kyonosuke ha de convertirse en el doble de Ikemoto, quien ya cuenta con otros dos. La tan ansiada búsqueda de gloria empieza a mostrar su lado amargo, pues para hallarla el muchacho debe asumir una identidad y despojarse de la suya, representando un papel, como un actor. El conflicto y el drama surgen cuando éste se ve arrastrado poco a poco hacia los abismos de un entorno desasosegante por seres corruptos y despiadados que le manejarán a su antojo, haciendo de él una marioneta para sus propios fines.
Kyonosuke, como sus dos compañeros, se ve atrapado en una serie de confabulaciones y enfrentamientos que Ikemoto mantiene con otros daimyos. De ahí que los combates y los movimientos de infantería, filmados con crudeza y un atractivo sentido de la espectacularidad por Inoue, en la tradición del mejor cine bélico y de samuráis, se usen como subterfugio para lanzar un ataque demoledor contra la brutal tiranía de los privilegiados, su hipocresía y su dominio sobre la clase humilde, el cual puede llegar a límites insospechados, lo que se demuestra en uno de los momentos más escalofriantes del film (detallado en Zona Spoiler).
El siguiente y más importante conflicto para el protagonista llegará tras el ataque al castillo de Ikemoto y su posterior derrota, pues será el único de los tres dobles que logra escapar; este segundo acto viene determinado por la asunción total de la identidad del original, ya muerto, cuya función es la de preservar la autoridad del clan. Por desgracia Kyonosuke no ve la oportunidad de librarse de su condición de "sombra", superchería que se ve obligado a seguir perpetrando ya no sólo por la promesa de la riqueza o la gloria, sino por la difamación de la verdad, que le puede costar la vida.
La deshumanización y el desposeimiento de la identidad también vendrán dados por Teru y Kohagi, personajes más propios de un melodrama de Mizoguchi, dos mujeres marcadas por el mismo drama (que son tratadas como muñecas por los hombres que las rodean) pero opuestas en todo lo demás: la primera, como todos los de su clase, vive para la codicia y el ansia de poder, mientras que la segunda escapa de la tristeza gracias al amor de Kyonosuke, cuyo engaño ha descubierto. En su reencuentro con Kohagi, éste, por primera vez capaz de escoger qué camino seguir, sucumbirá a la ambición (en Zona Spoiler).
Mientras se sirve, cual Kurosawa, del uso de los efectos naturales (el viento, la niebla, la lluvia) para dotar de una belleza casi mágica a la atmósfera y la elegante puesta en escena, Inoue atrapa al espectador en un sinfín de intrigas perfectamente articuladas y se desenvuelve con maestría en el drama, cuyos conflictos existenciales y morales trata a través de la violencia y el cinismo en un clima de tensión creciente, apoyado en la magistral fotografía de Shozo Honda, que resalta las partes más oscuras del espacio envolviendo entre sombras casi constantemente a los actores.
De quienes cabe señalarse la preciosa Masayo Banri, Shigeru Amachi, Tatsuya Ishiguro y un Raizo Ichikawa inmenso a todos los niveles (cuyo esfuerzo interpretativo, además, es doble). Intenso, absorbente y desconcertante (por las sorpresas de su argumento) drama feudal por una parte, desgarrador, sombrío e implacable drama "kafkiano" por otra. La interpenetración psicológica de personajes se desarrolla al mismo nivel que el suspense.
Con "Daisan no Kagemusha" Inoue factura una de sus mejores obras y uno de los triunfos más incontestablemente trágicos y lúcidos del cine japonés enmarcados en el "jidai-geki", cuya influencia en la épica "Kagemusha" de Kurosawa resulta más que evidente.
Ese será el tema principal que recorra una de las novelas más emblemáticas del galardonado y controvertido autor de ideales izquierdistas Norio Nanjo, maestro del género histórico que vio varias de sus obras llevadas a la gran pantalla ("Bushido Zankoku Monogatari", "Shikonmado"...).
La adaptación de "Daisan no Kagemusha", cuyo guión firma Seiji Hoshikawa, cae en las manos del legendario Umetsugu Inoue, uno de los realizadores nipones más prolíficos y versátiles que existieron, por desgracia prácticamente desconocido para la mayoría. Aunque destacaría en el musical, registro donde se ganó una intachable reputación, abordó otros con indudable talento, desde el cine de yakuzas hasta la comedia pasando por el histórico, y el título que nos ocupa es quizás el mejor ejemplo de ello, cuyo inicio es muy significativo: unas flechas incendiarias atraviesan la oscuridad de la noche e impactan contra un escenario en el que se disponen algunos objetos de noble linaje, presagiándose un inevitable conflicto.
Un destino habitado por la muerte y la tragedia, antes de situarnos en el lugar de los hechos: el 7.º año de la era Eiroku (1.558-1.570), en las montañosas regiones de la provincia de Hida. En este periodo inestable de sangrientas guerras civiles, de señores que luchan por reunificar el territorio y acumular fortuna, los samuráis son la figura más temida, respetada y admirada, sobre todo por los jóvenes de clasa baja, quienes viven de sueños acerca de la gloria y la riqueza (sueños falsos y engañosos, los cuales se vuelven ceniza en el corazón de los hombres, como afirma el narrador), al igual que Kyonosuke, un inocente campesino que, como sus coetáneos, desea convertirse en un valiente samurái.
Oportunidad que le llega de repente cuando es llamado por uno de los hombres del poderoso Yasutaka Ikemoto. Pero no serán sus raíces familiares de samurái la causa, sino su gran parecido físico con el señor, por lo que las intenciones de la convocatoria pronto se revelan: Kyonosuke ha de convertirse en el doble de Ikemoto, quien ya cuenta con otros dos. La tan ansiada búsqueda de gloria empieza a mostrar su lado amargo, pues para hallarla el muchacho debe asumir una identidad y despojarse de la suya, representando un papel, como un actor. El conflicto y el drama surgen cuando éste se ve arrastrado poco a poco hacia los abismos de un entorno desasosegante por seres corruptos y despiadados que le manejarán a su antojo, haciendo de él una marioneta para sus propios fines.
Kyonosuke, como sus dos compañeros, se ve atrapado en una serie de confabulaciones y enfrentamientos que Ikemoto mantiene con otros daimyos. De ahí que los combates y los movimientos de infantería, filmados con crudeza y un atractivo sentido de la espectacularidad por Inoue, en la tradición del mejor cine bélico y de samuráis, se usen como subterfugio para lanzar un ataque demoledor contra la brutal tiranía de los privilegiados, su hipocresía y su dominio sobre la clase humilde, el cual puede llegar a límites insospechados, lo que se demuestra en uno de los momentos más escalofriantes del film (detallado en Zona Spoiler).
El siguiente y más importante conflicto para el protagonista llegará tras el ataque al castillo de Ikemoto y su posterior derrota, pues será el único de los tres dobles que logra escapar; este segundo acto viene determinado por la asunción total de la identidad del original, ya muerto, cuya función es la de preservar la autoridad del clan. Por desgracia Kyonosuke no ve la oportunidad de librarse de su condición de "sombra", superchería que se ve obligado a seguir perpetrando ya no sólo por la promesa de la riqueza o la gloria, sino por la difamación de la verdad, que le puede costar la vida.
La deshumanización y el desposeimiento de la identidad también vendrán dados por Teru y Kohagi, personajes más propios de un melodrama de Mizoguchi, dos mujeres marcadas por el mismo drama (que son tratadas como muñecas por los hombres que las rodean) pero opuestas en todo lo demás: la primera, como todos los de su clase, vive para la codicia y el ansia de poder, mientras que la segunda escapa de la tristeza gracias al amor de Kyonosuke, cuyo engaño ha descubierto. En su reencuentro con Kohagi, éste, por primera vez capaz de escoger qué camino seguir, sucumbirá a la ambición (en Zona Spoiler).
Mientras se sirve, cual Kurosawa, del uso de los efectos naturales (el viento, la niebla, la lluvia) para dotar de una belleza casi mágica a la atmósfera y la elegante puesta en escena, Inoue atrapa al espectador en un sinfín de intrigas perfectamente articuladas y se desenvuelve con maestría en el drama, cuyos conflictos existenciales y morales trata a través de la violencia y el cinismo en un clima de tensión creciente, apoyado en la magistral fotografía de Shozo Honda, que resalta las partes más oscuras del espacio envolviendo entre sombras casi constantemente a los actores.
De quienes cabe señalarse la preciosa Masayo Banri, Shigeru Amachi, Tatsuya Ishiguro y un Raizo Ichikawa inmenso a todos los niveles (cuyo esfuerzo interpretativo, además, es doble). Intenso, absorbente y desconcertante (por las sorpresas de su argumento) drama feudal por una parte, desgarrador, sombrío e implacable drama "kafkiano" por otra. La interpenetración psicológica de personajes se desarrolla al mismo nivel que el suspense.
Con "Daisan no Kagemusha" Inoue factura una de sus mejores obras y uno de los triunfos más incontestablemente trágicos y lúcidos del cine japonés enmarcados en el "jidai-geki", cuya influencia en la épica "Kagemusha" de Kurosawa resulta más que evidente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Tres momentos son de los más significativos y poderosos de la película, y sirven, a su vez, de transición para los tres actos en los cuales se divide el argumento.
El primero corresponde al que es, como ya dije antes, el más escalofriante: la cruenta batalla para conquistar el castillo de Kotakari ha sido un éxito, no obstante una flecha impacta contra el ojo derecho de Ikemoto; la desesperación se apodera entonces de los dobles que, como misión suya que es imitar a la perfección al señor, deben enfrentarse a una horrible situación: un cirujano ha de extirparle el ojo también a ellos. Los límites a los que llega la asunción de la pérdida de identidad, así como la inevitable obediencia y el despotismo de la clase noble, es enfermiza (pues la pérdida, en este caso, será física); uno de los dobles huye aterrorizado pero es detenido y asesinado en el momento.
La sensación de angustia que domina en esta secuencia llega hasta las mismísimas entrañas y termina provocando un sudor fríor, tanto más cuanto que el director decide ponernos en la piel de Kyonosuke en el momento en que el escalpelo del doctor se acerca a la cámara a la vez que ésta se acerca al ojo del anterior, quien inundará la estancia con sus desgarradores gritos. La fotografía de Honda, que roza las líneas estéticas del expresionismo, y la habilidad de Inoue tras la cámara, conforman una atmósfera asfixiante que en su tramo final trasciende al más puro terror; las burlas de Shinomura realzan la crueldad de la situación: "Habéis ganado 20 koku más...¡estaréis contentos!", dice a los dobles mientras se retuercen en el suelo de dolor...
El siguiente momento finaliza con el segundo acto y da comienzo al tercero y último: tras ser advertido de la muerte de su padre, Kyonosuke huye hacia sus tierras, pero en el camino se tropieza con Kohagi, que sobrevivió milagrosamente al ataque al castillo; la superchería aún mantenida por el protagonista no es secreto para la mujer, que por amor le desvela su conocimiento. Este será un punto de inflexión absoluto en la historia, pues Kyonosuke, pudiendo elegir sin ataduras el futuro de su existencia, prefiere continuar con el engaño por pura codicia (influido por el ambiente tan corrupto y tiránico del que ha formado parte) en lugar de vivir humildemente junto a Kohagi, quien queda embarazada de él.
Habiéndose aprendido su personaje imitándolo desde el exterior y luego hallándolo en el interior, será un momento en que el espíritu y la autoridad del muerto (Ikemoto) suban de nuevo a la superficie transformando para siempre al actor en su personaje...así pues la huida ya resulta imposible. Las consecuencias serán devastadoras cuando el doble, creyendo asumir realmente el poder, termine como víctima de una sucesión de conspiraciones surgidas desde las entrañas de un cosmos político donde no tienen cabida la piedad, la humanidad ni los verdaderos sentimientos y donde la violencia, las apariencias, las traiciones y la desafección son los únicos medios para lograr gloria, fortuna y poder.
Esta fatal decisión conduce a Kyonosuke, eterna marioneta dominada desde las altas esferas cuya identidad ha sido aplastada por la del muerto que ha estado representando, a un estado de locura y paranoia irrerversibles (lo que se manifestará a lo largo de un clímax absolutamente desgarrador y apabullante) deparándole un final desolador y trágico. En la lápida de la tumba donde es enterrado (perfecto monuento al rechazo y la pérdida de identidad) no figurará ningún nombre, y será bautizada para colmo "kagezuka", pues ésta descansa bajo la sombra de una gran pared de piedra.
Así la maldición, tragedia casi "shakespeariana", perseguirá al protagonista incluso después de la muerte; sin duda uno de los desenlaces más dolorosos y angustiantes que hallamos en la cinematografía japonesa clásica (por lo menos dentro del drama feudal y el cine de samuráis).
El primero corresponde al que es, como ya dije antes, el más escalofriante: la cruenta batalla para conquistar el castillo de Kotakari ha sido un éxito, no obstante una flecha impacta contra el ojo derecho de Ikemoto; la desesperación se apodera entonces de los dobles que, como misión suya que es imitar a la perfección al señor, deben enfrentarse a una horrible situación: un cirujano ha de extirparle el ojo también a ellos. Los límites a los que llega la asunción de la pérdida de identidad, así como la inevitable obediencia y el despotismo de la clase noble, es enfermiza (pues la pérdida, en este caso, será física); uno de los dobles huye aterrorizado pero es detenido y asesinado en el momento.
La sensación de angustia que domina en esta secuencia llega hasta las mismísimas entrañas y termina provocando un sudor fríor, tanto más cuanto que el director decide ponernos en la piel de Kyonosuke en el momento en que el escalpelo del doctor se acerca a la cámara a la vez que ésta se acerca al ojo del anterior, quien inundará la estancia con sus desgarradores gritos. La fotografía de Honda, que roza las líneas estéticas del expresionismo, y la habilidad de Inoue tras la cámara, conforman una atmósfera asfixiante que en su tramo final trasciende al más puro terror; las burlas de Shinomura realzan la crueldad de la situación: "Habéis ganado 20 koku más...¡estaréis contentos!", dice a los dobles mientras se retuercen en el suelo de dolor...
El siguiente momento finaliza con el segundo acto y da comienzo al tercero y último: tras ser advertido de la muerte de su padre, Kyonosuke huye hacia sus tierras, pero en el camino se tropieza con Kohagi, que sobrevivió milagrosamente al ataque al castillo; la superchería aún mantenida por el protagonista no es secreto para la mujer, que por amor le desvela su conocimiento. Este será un punto de inflexión absoluto en la historia, pues Kyonosuke, pudiendo elegir sin ataduras el futuro de su existencia, prefiere continuar con el engaño por pura codicia (influido por el ambiente tan corrupto y tiránico del que ha formado parte) en lugar de vivir humildemente junto a Kohagi, quien queda embarazada de él.
Habiéndose aprendido su personaje imitándolo desde el exterior y luego hallándolo en el interior, será un momento en que el espíritu y la autoridad del muerto (Ikemoto) suban de nuevo a la superficie transformando para siempre al actor en su personaje...así pues la huida ya resulta imposible. Las consecuencias serán devastadoras cuando el doble, creyendo asumir realmente el poder, termine como víctima de una sucesión de conspiraciones surgidas desde las entrañas de un cosmos político donde no tienen cabida la piedad, la humanidad ni los verdaderos sentimientos y donde la violencia, las apariencias, las traiciones y la desafección son los únicos medios para lograr gloria, fortuna y poder.
Esta fatal decisión conduce a Kyonosuke, eterna marioneta dominada desde las altas esferas cuya identidad ha sido aplastada por la del muerto que ha estado representando, a un estado de locura y paranoia irrerversibles (lo que se manifestará a lo largo de un clímax absolutamente desgarrador y apabullante) deparándole un final desolador y trágico. En la lápida de la tumba donde es enterrado (perfecto monuento al rechazo y la pérdida de identidad) no figurará ningún nombre, y será bautizada para colmo "kagezuka", pues ésta descansa bajo la sombra de una gran pared de piedra.
Así la maldición, tragedia casi "shakespeariana", perseguirá al protagonista incluso después de la muerte; sin duda uno de los desenlaces más dolorosos y angustiantes que hallamos en la cinematografía japonesa clásica (por lo menos dentro del drama feudal y el cine de samuráis).