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Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia Comedia de enredo, sobre los equívocos entre personalidades que tienen lugar en un hotel veneciano: un asesino a sueldo, un agente inmobiliario, un alcalde en busca de mujeres más o menos fáciles... (FILMAFFINITY)
4 de agosto de 2022
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Ése habría sido el título más adecuado para el alegre descubrimiento personal que nos ocupa y no el horrible original que decidieron ponerle, pero claro, ya estaba cogido desde hacía 25 años atrás por Jerry Thorpe...

He aquí un excitante embrollo de similares chifladuras en la legendaria Venecia, con su Puente de Rialto, su Contarini del Bovolo, su Acqua Alta, su Plaza de San Marcos y cómo no sus majestuosos canales; no podemos ni imaginar qué aventuras y desventuras van a vivir los protagonistas de esta extraña joyita escondida allá por principios de los '90, cuando Mark Herman no era el aclamado director en el que se convertiría por adaptar "The Boy in the Striped Pajamas", sino un tipo que había salido de estudiar arte, diseño y animación para entrar en el cine mientras entablaba relaciones en el mundo de la música como letrista.
Quizás fue eso lo que le acercó a Dudley Moore. El caso es que su guión se transforma en un proyecto de coproducción entre Inglaterra y EE.UU., del cual realmente no se sabe mucho, para ser filmado con actores de ambos países en la gran Venecia, donde nos sumergimos desde el aire, bellamente fotografiada por Andrew Dunn para introducirnos en sus recovecos en lo que parece ser otra versión del clásico relato de gángsters, con un Andreas Katsulas de nuevo genial en este tipo de papel. Pero ni mucho menos. El equívoco, elemento que sostiene la trama, aparece desde el principio.

En un vuelo hacia la ciudad conocemos a los tres auténticos protagonistas, esos Moore, Richard Griffiths y Bryan Brown que ya vienen coincidiendo, presagiándose la mala suerte de sus destinos, cuyo principal punto de encuentro es un humilde hotel que actúa de lugar de la farsa cual clásico vodevil, y con el típico botones patoso de elemento del caos, si bien Bronson Pinchot no es Jerry Lewis para ser el foco de atención. El mosaico de personajes está compuesto de individuos en los peores momentos de sus vidas, por lo que son bastante más creíbles, pese a su delirio, que en otras comedias de estas características, y simpatizamos rápidamente con ellos.
Desde el alcalde Horton (Griffiths) que escapa de un matrimonio asfixiante y el agente inmobiliario Orton (Moore), maltratado y humillado en su trabajo, a Lawton (Brown), asesino a sueldo harto de su repugnante existencia; los tres pilares de la confusión al mediar el destino en forma de botones para mezclar las misivas que éste les enviaba. O el destino jugó en contra de sí mismo. Lo mismo les sucede a los secundarios (la ansiosa y pisoteada agente (Caroline) que tiene que hacer lo posible por vender una propiedad o la madura aficionada a las novelas negras (Patricia) que se ha aventurado a lo desconocido para dar algo de emoción a su soledad).

Bastante melodramáticas figuras humanas que buscaban en Venecia una alternativa a sus tristes vidas y que, debido a los retorcidos virajes del guión, se cruzan en las de otros y se dan de bruces con la alternativa de la alternativa para terminar transformándose en algo que jamás pudieran haber imaginado (así, el esposo fugado se convierte en un ardiente galán, el aburrido agente en un asesino a sueldo y el asesino a sueldo parece encontrar algo parecido a un romance, como Patricia). Pero el guionista/director conoce la dinámica de la farsa y jugará a seguir enredando la mala estrella de estos individuos.
Pues todos dejarán de habitar un enredo (disfrutado por su detective inesperado, aun así ignorante: Patricia) y serán protagonistas de un "thriller" de ribetes "hitchcockianos", por el camino salpicado de gotas de comedia puramente británica, con el espíritu de Crichton y Donen, envuelto en el disparatado imaginario de Blake Edwards, la fina locura francesa de Jean-Marie Poiré y la atmósfera del cine de Danny DeVito, los Coen y el Tarantino más gamberros; y es que este film no podría gestarse en un momento mejor que en aquellos '90, cuando el cine independiente norteamericano se abre a interesantes vías de mezcla de géneros con el humor negro por bandera.

Sin embargo, de ser "made in U.S.A.", quizás se habría dirigido más hacia la vulgaridad, o la comercialidad, nunca se sabe, pero el de Bridlington maneja ingenioso las ráfagas ácidas del humor y se atreve a su valiente mezcolanza con una violencia y escabrosidad poco usual y bastante incómoda (¿hacer mofa de tortura, sadismo o prostitución forzada?, una ducha de azufre para los defensores de lo políticamente correcto), dejando además que casi todo el peso de la trama recaiga sobre los grandes actores ingleses aquí reunidos, en el centro quedando Griffiths, inmenso.
Así son éste, Moore, Penelope Wilton y Alison Steadman los que se guardan las secuencias más divertidas (sin desdeñar a Brown, Pinchot, Katsulas, muy autoparódico, o esa preciosidad de Patsy Kensit que es algo más que un personaje femenino tonto y vulgar). Por desgracia el público no se puso de parte de la película, los resultados en taquilla no fueron muy halagüeños y la inmensa mayoría de la crítica la hizo pedazos (destacando el episodio de Moore, quien fue increpado por unos periodistas sobre la "razón de participar en semejantes bazofias a esas alturas de su carrera").

Quizás funcionaba mejor sobre el papel, quizás hubiera sido una más acertada obra de teatro, quizás con un cineasta veterano tras la cámara, quizás con otro título...todo habría sido distinto, pero Herman afrontó como pudo el golpe y siguió en el negocio del cine, ya con pies de plomo a la hora de meterse en otro proyecto.
Debieran verla los que disfrutaron de cosas como "The Ladykillers", "Un Pez llamado Wanda", "Ruthless People", "Fargo", "La Totale", "Secretos de Familia" o "Four Rooms", de la que es una prefiguración bastante apreciable.
Chris Jiménez
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