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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama Argelia 1935, Mersault, un modesto empleado que vive y trabaja en Argel, recibe la noticia de la muerte de su madre. Sin estar particularmente angustiado, va a velar el cuerpo y acompañarla al cementerio. A su regreso, después del funeral, encuentra a Marie, una mecanógrafa amiga suya, y comienza una relación con ella. Un vecino suyo, Raymond, un pícaro, le ofrece su amistad y le pide ayuda para vengarse de una chica árabe. Meursault, ... [+]
3 de noviembre de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un hombre que mató a otro hombre. Lo hizo porque sintió que él, su novia y sus amigos, estaban siendo obsesivamente perseguidos, y él mismo se sintió amenazado con una navaja antes de disparar el primer tiro. Cuando remató al hombre, quería asegurarse de que estuviera bien muerto, porque su presencia se estaba convirtiendo en una paranoia. Pero, esto no lo entendió nadie en la Argelia francesa de aquellos tiempos… o no quisieron entenderlo porque había otro motivo para condenar a Meursault: ¡Pensaba distinto! Estaba en contravía con la anclada moral y con los rancios paradigmas de la sociedad en que vivía. Como no encontraba explicación para Dios, Meursault no creía en Él. No lloró ante la tumba de su madre porque veía en la muerte una lógica transición y fue muy independiente con respecto a ella. Cuando buscó el refugio de Marie -apenas un día después del funeral-, estaba en su derecho de querer seguir viviendo. No sabía explicar la verdadera razón por la que mató al árabe, pero esto no quiere decir que no hubiera una buena razón… pero, el “pecado” de pensar distinto es, para muchos, signo de locura, de rebeldía o de maldad… y siempre resultan aquellos dispuestos a fusilarlo.

Uno siente que, aquel inofensivo empleado francés que ha dado prueba de sentimientos afectuosos, de amistad, solidaridad y respeto por la individualidad humana, está siendo juzgado por un tribunal de Ridículolandia con más aspecto de inquisidores que de jueces en un Estado de Derecho.

Para nuestro gusto, Albert Camus, tuvo con ésta su más lograda obra. Escrita en 1942 -en pleno auge bélico- fue, éste, un valiente alegato contra la abigarrada y enclenque “justicia”, dispuesta a deshacerse de todo aquel que no siga los lineamientos trazados por el oscurantismo ideológico y, Luchino Visconti –aún en contra de sus personales pretensiones en la adaptación de la obra-, consigue uno de sus mejores filmes, logrando transmitirnos esa atmósfera de incomprensión y de absurdo social, al tiempo que borda con ternura, la potencia y la fragilidad interior de un personaje con más entendimiento de la vida que todos aquellos que lo condenan.

Marcello Mastroianni, logra la humildad y la expresividad contenida, que dice más que todas las palabras que pudo haber expresado, y ese clima argelino, cálido y húmedo -definitivamente atípico en el cine viscontiano-, lo muestra en su indefensión, como un extranjero en un mundo que, aún no entiende, que no hay una sola manera de ver las cosas.

Y para un hombre desencantado con lo obtuso de la sociedad humana, la muerte puede parecerle un regalo, y no ve en ella el más mínimo castigo.
Luis Guillermo Cardona
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