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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama Primavera de 1944. Después de visitar la tumba de su padre, Teresa necesita volver urgentemente a París, pero los trenes no pueden salir del pueblo porque algunos aviones estadounidenses y británicos han sido derribados y los alemanes están buscando a los pilotos. Decide entonces viajar con un conocido que lleva a París un camión lleno de cabras. Una vez dentro, descubre que entre los animales se esconden tres pilotos. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 23 de mayo de 1944, los nazis concentrados en la región de Rethel, Francia, ofrecen una recompensa y advierten con un volante que, nadie debe prestar ayuda a los tripulantes de un avión estadounidense que fue derribado, so pena de ser castigado incluso con la muerte. Se acercan los días decisivos de la II Guerra Mundial (el inolvidable Día D) y el ambiente está que arde.

Thérèse Dutheil, una serena mujer que tiene algunos motivos para odiar a los alemanes, resulta -sin pretenderlo- poniéndose en el camino de los pilotos sobrevivientes y, de repente, siente que no podrá sustraerse de prestarles la ayuda que tanto necesitan.

Así comienza esta satisfactoria trama de suspenso con la que, el director René Clément, vuelve a lo que mejor supo hacer (recuérdese: “La Bataille du Rail”, “Les Maudits”, “Jeux Interdits”), y con, <<EL DÍA Y LA HORA>>, tampoco nos defrauda, logrando un filme intimista donde los sentimientos y la tensión interior pesan mucho más que las acciones.

La señora Dutheil, con esa carga sentimental que pesa en su corazón, será ejemplo de esa suerte de compromiso que, a veces, se asume por un impulso inevitable de hacer algo bueno porque sentimos que, cuando debimos, no pudimos (o no quisimos) hacerlo. A fin de cuentas, toda aflicción y todo llanto, no es por ese alguien que hemos perdido, sino porque sentimos que hemos quedado en deuda.

Y, por su parte, el capitán Allen Morley, es la suerte de hombre a quien, el deber, no le ha dejado suficiente espacio para sentir… y cuando por fin encuentra lo que busca, quisiera conservarlo para siempre.

El filme, sobriamente escrito por Clément, junto a André Barret y Roger Vailland, tiene momentos de suma efectividad, en especial, la secuencia del tren París-Toulouse, donde la labor del cinematografista, Henri Decaë, es impecable, con la invaluable ayuda de un excelente conjunto de extras.

El filme asegura una buena dosis de suspenso; el romance -¿imposible?- es contenido y muy bien dosificado; hay certeros diálogos que motivan unas merecidas sonrisas y, en general, el filme se deja ver sin reproche alguno porque no siempre las guerras son precisamente físicas… a veces son más duras las que se llevan en el alma y en el corazón.

Simone Signoret (Thérèse), demostrando de nuevo que es una brillante actriz; y, Stuart Whitman (Allen), con un buen carisma como el piloto al que la guerra le trae la esperanza. Costa-Gavras y Claude Pinoteau, sembrando aquí sus primeros pinitos como asistentes del director, antes de coger el timón de sus propias realizaciones.

Parafraseando al viejo sabio, creo que, a cierta edad, la vida ideal es tener unos buenos libros para leer, cine-clásico para ver… y un buen vodka para beber.
Luis Guillermo Cardona
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