Correcta y hasta cierto punto aplaudida película entre el realismo ácido y voraz del Loach de los noventa intencionadamente edulcorado y el humor de un agradable telefilm, eficaz aunque previsible. Si estuviéramos hablando de una producción estadounidense, de Woopi Goldberg y de la Casa Blanca en lugar de una Embajada en Delhi, seguramente la película hubiera sido vapuleada ampliamente por un sector de la crítica y reída por un público con ganas de entretenerse, uno de los pilares esenciales del arte.