Espectacular documental del mejor director español que ha pisado la Tierra.

Con una exuberante riqueza de detalles biográficos y una de las mayores cuotas de anécdotas memorables por fotograma cuadrado que recuerde yo en una obra de estas características, este artefacto es una máquina de diversión y de deleite.

Qué tipo más grande, por favor. Uno escucha que ya de crío escenificaba espectáculos con sombras en los que una taladradora se incrustaba en la cabeza de un hombre, y desde luego comienza a quedar claro que este hombre tendrá entre ceja y ceja el objetivo de orinar sobre la comunidad más rancia y bienpensante. Frases como "mis tres grandes enemigos son el fascismo, el franquismo y el Papa" corroboran su romántica misión.

Con testimonios de familiares y actores que han actuado con él, como Paco Rabal o el actor protagonista de Los Olvidados, que aparece decrépito en un hospital, el documental elabora una suculenta radiografía del talento, inquietudes y enormes contradicciones internas que regían la vida de este hombre, como la incapacidad de olvidarse de la Iglesia o de dios pese a sus recurrentes fobias, o el profundo pudor que le inspiraba el sexo, pese a las innumerables referencias tórridas en sus películas.

La vejez la afrontó con una clase tremenda, como no podía ser de otro modo. Dos datos contundentes lo atestiguan: inventó un vermut llamado 'buñueloni', que explica con fervor, y comenzó a enjuiciar a las personas en función de su amor por el vino.

En fin.

Gigantesco Buñuel, una vez más.