Interesante película donde el director combina sabiamente la realidad con la irrealidad, el pasado con el presente, de una forma ciertamente poética pero a la vez también trágica y desconcertante.

Cuenta la historia de un hombre que con su jubilación comienza la etapa final de su vida, esa época en que los recuerdos se mezclan con la realidad formando una subrealidad atemporal (el tiempo pierde su razón de ser y conviven el pasado con el presente y también con el futuro). La película se convierte con ello en una oda a la misma vida, de la cual también forma parte ineludiblemente la muerte.

Un originalísimo guión, donde a través de la vida del personaje principal se van sucediendo escenas donde el presente se mezcla con el pasado en forma de recuerdos infantiles mitad reales, mitad inventados, donde incluso aparecen los espectros de personajes como el marino Long John Silver (el mítico personajes de la Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson) o el mismísimo Beethoven ambos fuera de su tiempo y lugar he intentando comprender el mundo donde se encuentran. El futuro también juega un papel muy importante en esta película ya que el personaje lleva profetizando desde tiempo atrás su propia muerte. Así el pasado real/inventado, el presente real/inventado y el futuro real/inventado se van mezclando continuamente durante toda la película, pero lo curioso del caso es que esta mezcla constante no solamente no aburre ni “marea” al espectador sino que, como el oscilar de un péndulo, lo mantiene hipnóticamente atento y “enganchado” durante toda la película.