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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Voto de Neathara:
7
Drama Francia siglo XVIII. El Marqués de Sade pasa los diez últimos años de su vida en el asilo Charenton. Allí entabla amistad con el abate Coulmier, con el que comparte el afecto de Madeleine, la lavandera del asilo. Cuando Napoleón envía a un médico para que cure su presunta locura, el temperamento rebelde del marqués se agudiza todavía más. Obtuvo tres nominaciones a los Oscar, incluyendo el de mejor actor (Geoffrey Rush). (FILMAFFINITY)
22 de abril de 2009
33 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En español, "quill" significa pluma, concretamente pluma de escribir. Del arte de escribir y también de cosquillear la moral social con toda la maldad y la libertad que puede soltar una pluma, trata este filme.

La arquitectura-mordaza del manicomio de Charendon encierra tras sus muros a un invitado insigne: el marqués de Sade, tan mediocre escritor como brillante provocador. El viejo truhán se las arregla para seguir publicando sus infames opúsculos con la colaboración de una criada que las transporta al exterior en las cestas de la ropa. Dicha criada flirtea a un tiempo con un cura que vela por las almas erráticas que habitan en el manicomio y que además está fascinado por la personalidad, el carisma y la inteligencia del ilustre hijoputa.

Un excelente material para forjar una historia que va in crescendo como una bomba de relojería en la que son las palabras la que marcan, sílaba a sílaba, una inquietante cuenta atrás hacia un final explosivo.

"Quills" también es una historia -de irregular interés- sobre la libertad de expresión y la sublime, a veces dolorosa, necesidad de crear. También es una confrontación de tres grandes talentos: el de Geoffrey Rush, diabólico y fascinante como el marqués de Sade; el de Kate Winslet, en uno de sus mejores perfiles y, dejando lo mejor para el final, el de ese monumento del morbo llamado Joaquim Phoenix que aquí lo borda como sacerdote atormentado por las tentaciones eróticas e intelectuales que le brinda el amigo Sade. Phoenix clava un recital de miradas volcánicas y gestos cuidadosamente gazmoños y aplasta con contundencia al resto del casting con una interpretación antológica.

La película en realidad parece estar llena de pasión y de personajes apasionados, pero rara vez apasiona. Sin embargo, es una propuesta de estimulante inteligencia que empieza en línea recta y acaba abriéndose en un sorprendente abanico de posibilidades interpretativas del todo inesperadas. Buena.
Neathara
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