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España España · Barcelona
Voto de picais:
7
Drama. Romance Durante un viaje en barco, Georgi Gragore, una bella modelo que acaba de sufrir un desengaño amoroso, está a punto de arrojarse por la borda, pero se lo impide Karl Decker, un médico con el que acaba casándose. A pesar de ello, Georgi sigue obsesionada por el hombre que la llevó a tomar tan fatal determinación; perfectamente consciente de ello, su marido le propone que decida libremente si quiere seguir con él o si prefiere volver al pasado. (FILMAFFINITY) [+]
5 de febrero de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que le ocurre a Spencer Tracy en esta película es fácil de comprender. Entra dentro de lo normal enamorarse perdidamente de Hedy Lamarr, también me sucede a mí y presumo que a millones de personas en todo el mundo, a pesar de que solo la vemos a través de la pantalla. La mujer que protagonizó al parecer el primer desnudo en una película comercial, la mujer que fue calificada por algunos como la más preciosa de la historia del cine, aunque calificativos similares los recibieron muchas otras. Y es que en ese mundo, y si de belleza hablamos, ciertamente la competencia era mucha. Lamarr era una mujer espectacular de una belleza casi dañina, tanta como quizás su inteligencia superdotada o su destreza para los inventos. Lástima que en el mundo del cine no le acompaño la suerte pues no siempre eligió las cintas adecuadas.
La película diría que en simplemente normal, posee algunas cosas magnificas, como la altura moral de los dos personajes principales, especialmente el doctor, los ideales que ensalza, algunas perlas del guión (es un diamante sobre terciopelo negro en una vitrina), buena puesta en escena, excelentes secundarios, el enorme talento para la interpretación de Tracy, o el buen hacer y la impresionante hermosura de Lamarr. Pero es a la vez una de esas películas que yo llamo tramposas, alguien que sea proclive puede derramar litros de lágrimas, ya que si bien es cierto que consigue momentos de notable emoción, en otros exprime esa parte menos agradable del melodrama, cuando sin pudor, se adentra en el terreno del morbo, explotando esa porción sensiblera que anida en el corazón de todo espectador, y olvidando lo que en el cine debiera ser norma imprescindible, que no es otra que la mesura y la contención.
Pero si hay que admitir que Hedy Lamarr era un auténtico diamante, pulido, refinado, exquisito, y desde luego no necesitaba ningún tipo de envoltorio.
picais
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