Si hay algo mas presente en este documental, es la regla de que una imagen valen mas que mil palabras.
Resulta tremendamente dificil imaginar cómo el ser humano puede llegar a tratar tan cruelmente a un animal inocente, y que lo todo lo que nos ha ofrecido hasta ahora, son cosas buenas.
Someter a toda una especie, o varias especies al genocidio, por un puñado de dolares, es practicamente el mismo delito que causar una guerra mundial.
Desgraciadamente la industria pesquera es a día de hoy demasiada poderosa e incorrompible, al menos no de manera fácil, para que se frene de inmediato semejantes disparates.
Desgraciados los delfines por existir, y que en un tiempo del pasado, un amante del mar, culpable de mas de un cargo, les sentenciaron a la muerte de manera industrial, a pesar de que gracias a la concienca, ahora mismo da su vida por enmendar ese error fatal. Desgraciados los propios asesinos, por ser víctimas de sus propios delitos.
Desgraciados los espectadores por llegar a ver semejante documento que no tendría que existir si no hubiera tal explotación maritima.
Y todo al final, como siempre en este tipo de casos, la impotencia es mas voluminosa que la sangrienta batalla, y toda su existencia no ha beneficiado realmente a nadie.
Hay que conocer el pasado para evitar los errores del futuro, pero si no eliminamos el origen del problema, por mucho que intentemos enmendar, el brote saldrá como toda ley de vida, y al final siempre son los inocentes los que mueren cruelmente y los villanos los que se impunen.
Desgraciados los humanos por padecer esta epidemia, y no ser capaz de sanarse a sí mismos.