Flojea por todas sus aristas, pero el sabor a cine de los setenta no lo quita nadie. Y eso podría ser bueno....

Y es que la historia podría haberse explotado mucho más aunque al final queda en un quiero y no puedo, con muchas y repetitivas secuencias que tan solo alargan el metraje. El incombustible George Kennedy aporta su grano de arena a una cinta que protagoniza el sempiterno secundario Gregg Henry y que en esta ocasión lidera el bagaje interpretativo.

"Caza sin piedad" se podría haber convertido, con el tiempo, en una obra de culto si hubieran incorporado otros elementos más arriesgados dentro de la historia. No fue así y el resultado ha quedado a medio camino entre un thriller carcelario atípico pero intrascendente y un inhóspito, pero también aburrido, juego de persecuciones entre animal y hombre.