Libérrima, jazzística película de tono zumbón y extraña capacidad inmersiva donde la historia del maletín es lo de menos y lo que importa es el retrato subyacente del protectorado de Hong Kong a pocos años de su retorno a China. Mezclando documental y ficción, imagen estilizada y cruda, con una estructura episódica que confiere un poco de orden a su revoltijo arrítmico, Wang plantea una comedia bulliciosa de personajes pintorescos que tan pronto se pone escatológica en plan John Waters como frenética a la manera del James Wan de "Sentencia de muerte", cuando no abraza la estética onírica o el gore antropológico. Interesante sobre todo en un sentido formal, por la frescura de su propuesta y por su audacia.