Basada libremente en la crónica homónima de Emmanuele Carrère (incluida en su libro "Conviene tener un sitio adonde ir"), esta pequeña película de corte dardennesco se eleva por encima de su material telefilmero gracias a una lograda contención expresiva, y a una especial sensibilidad para la representación del mundo infantil. El film se beneficia especialmente de la intensa presencia de Vincent Rottiers, quien por momentos recuerda a un jovencito Paul Newman, y desde el mismo principio logra mantener el interés hacia una historia real de íntimas turbulencias y deriva incierta.