El ballet como arte al que es difícil renunciar, una meta a la que es sacrificado llegar, y cuya gloria, además, es efímera.

Dos grandes actrices de la talla de Shirley MacLaine y la gran Anne Bancroft, que incomprensiblemente fue pocas veces protagonista a lo largo de su carrera, con Herbert Ross aportando inteligencia, acierto, y un estimulante dinamismo en la filmación de las coreografías (las tomas de los bailarines desde atrás con el público al fondo bajo la luz cegadora de los focos son magníficas) .

El guión dosifica de manera perfecta los bailes, los ensayos y los aspectos dramáticos, con algunas impagables secuencia de lucimiento para las protagonistas, en papeles que les permiten dar registros de todo tipo rayando a un nivel supremo. Se trata además de la primera aparición de Mikhail Baryshnikov en el cine, con un papel destacado, uniendo a sus portentosas dotes como bailarín una actuación muy convincente.