Cuando te ponen una historia real delante, es un arma de doble filo. Por un lado no te comes tanto el coco porque es seguir unas pautas y por otro, temes no estar a la altura de los verdaderos hechos.

La historia trata de un entrenador que es solicitado explícitamente para entrenar a un grupo de muchachos huérfanos que conviven allí. Cada chico es una historia triste, si no, no estarían allí, abandonos, pobreza, padres violentos, etc

Y dicho entrenador los intenta no sólo motivar para que crean en ellos mismos, sino que se encargará que las condiciones en las que viven mejoren, en especial los maltratos de Frank Wynn.

La película es muy predecible, bastante diría yo y le falta ese toque de mala leche para que llegue al espectador, aunque tendremos alguno, pero le falta para mi gusto ese toque más oscuro y menos ñoño. Por otro lado entiendo la elección de Luke Wilson como el entrenador Rusty, pero todos sabemos que no ha matado jamás una mosca y a estos chicos hay que darles cariño y comprensión, empezando por ahí, pero también hablarles con franqueza y dureza y ahí cojea demasiado el personaje. En lugar de un entrenador parece un sacerdote y no cuela.

En cuanto a la puesta en escena está muy bien trabajada en todos sus detalles, vestuario, vehículos, viviendas, etc. Y las escenas deportivas no son de las mejores que hayamos visto, pero por lo menos están muy bien curradas y nítidas, se saben quienes son unos y otros.

Siempre es un placer ver a gente de la antigua escuela, casos de Robert Duvall o Martin Sheen, motivo más que suficiente para verla. Disfruten.