Siendo un tema poco explotado por la cinematografía nacional, el travestismo adquiere otra dimensión si la historia se ubica en Juchitán, Oaxaca, porque ahí hablamos de muxes, de un tercer sexo que es respetado como tal, pero aun así no exento de odio.

El segundo largometraje de Perezcano se adentra en los terrenos del policial negro siempre desde la mirada de Mabel, una muxe que regresa a su pueblo tras la violenta muerte de su amiga Daniela, muxe también, y a quien no ve desde que se fue, y con quien siente tener una deuda moral tras su partida.

Perezcano nos cuenta el presente de Mabel en una precisa secuencia de planos que contextualizan la fábrica donde ahora trabaja, y que denota un rigurosa puesta en escena que dará paso al regreso de Mabel al pueblo, primero a consolar a la familia de su amiga en un registro cercano al documental y a reencontrarse con sus amigos y el lugar donde alguna vez cantó y bailó.

De ahí, las muchas dudas acerca de la muerte de Daniela provocarán en Mabel la curiosidad necesaria para iniciar una investigación que la llevará a recorrer de manera minuciosa el lugar donde fue encontrada muerta, y otros sitios visitados descubiertos a través de fotografías y otros objetos, en un relato que conforme avanza en su metraje irá subiendo en intensidad, mientras Mabel sigue en busca del asesino de su amiga.

Con una precisión destacable, cada sitio, objeto y personaje irán cobrando importancia conforme la tensión se agudiza, en un relato alejado del morbo o la sordidez que suele empañar historias similares, y que da paso a una de las secuencias finales más brillantemente ejecutadas en el cine nacional en años, logrando involucrar al espectador hasta el último segundo en ese final abierto y sorpresivo, volviendo a ‘Carmín tropical’ una experiencia única e inolvidable.

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