Sales del cine enamorado de su argumento, de su fotografía, de su música, de su banda de efectos, de su espectacular montaje y la maestría con la que ha sido dirigida.
No le pongo un excelente, porqué cuya calificación me la reservo para títulos de carácter más culto, pero desde luego, si quieres ver un thriller mucho más que en condiciones, éste es el mejor.
Cuando veas su ritmo, su tempo, sus cambios, su brusquedad, su cantidad de información comprimida que explota y que apabulla y te deja con una sonrisa en la boca, y te des cuenta que desde que empezaron los créditos no has respirado, querrás ser un buen espía, y no para llevar colgado el geto de Pitt ni conducir la bestia parda de Redford, sino por la vuelta al cole a esa asignatura que nunca impartieron en las aulas, y el valorar cada segundo que pasa en un reloj como a toda una vida.
Espeluznante el impacto que ofrecen los antíguos magnetófonos, mezclados con una loca y veloz banda de audio digna de premiar por solo su costosa elaboración.

Scott, sigue con tus veladuras, con tus cambios de eje, con tu detalle visual y la perfecta sincronía que rompe toda armonia. Sigue ofreciéndonos tu forma de contar las cosas, porque conseguiras que cuando estemos cansados de ver pedanterías premiadas en los grandes festivales, podamos comprar una entrada y regenerar nuestras neuronas con un poco de cine en estado puro.