Un buen ejemplo de película que toma literalmente todos los clichés de este subgénero, siendo consciente de ellos, lo que aunque no lo parezca si cambia algo, que es la perspectiva, para acabar usando todos esos clichés y ofrecer aparentemente lo mismo, solo que de forma distinta.

En este género las historias suelen ser irreales, todo suene estar tremendamente exagerado y forzado, los personajes suelen ser planos, y ofrecen un espectáculo con situaciones capaces de matar a diabéticos.

Esta película se lleva los palos de ambos lados, de los que odian esos clichés, y también de los que los esperan exactamente iguales y sin ninguna alteración, ya que su narración es distinta, busca ser más original (hay quien diría pretenciosa), y habla de esos tópicos de un modo más nihilista, muestra a su protagonista con un trauma de la niñez, que hace que le cueste amar y confiar, y que dude de si es capaz de hacerlo o si realmente el amor existe, aunque en el fondo lo anhele.

Los protagonistas están bien, tanto Chris Evans como Michelle Monaghan, los secundarios aportan su punto, sobretodo Topher Grace y Aubrey Plaza, y aunque básicamente siguen siendo estereotipos, existe interés por darles algo más de profundidad.
También lo tiene la dirección, bastante peculiar y que intenta cosas distintas, unas con mejor fortuna que otras.

En definitiva, una comedia romántica que tiene los mismos ingredientes que todas, que cambia detalles esenciales dentro de su tono, y que acaba ofreciendo lo mismo, solo que de una forma distinta, y también mejor, ya que al final no se trata de que te impongan nada, sino de que cada corazón acabe encontrando su camino.