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España España · Madrid
Voto de kepamk:
6
Drama. Romance En el siglo XIV, el Rey de Inglaterra Eduardo II se enamora de un joven de origen humilde, Piers Gaveston (Andrew Tiernan), al que colma de títulos, como Conde de Cornualles o Señor de la isla de Man. La fría reina Isabella (Tilda Swinton), asqueada porque Eduardo prefiere a Gaveston en vez de a ella, aceptará un plan del malvado Mortimer (Nigel Terry) para, primero, deshacerse de Gaveston, y después, derrocar a su marido y conseguir el ... [+]
26 de junio de 2007
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Especializado en cine de fuerte militancia gay, Derek Jarman pretende echar el resto con esta recreación del reinado de un monarca maldito, el controvertido Eduardo II. Para ello el director se vale de una estética mucho menos histriónica y desbocada que en otras ocasiones y gracias a esto consigue dar cierta verosimilitud a la historia que desarrolla, contraponiendo con bastante eficacia los conceptos de libertad sexual y de ambición de poder y explicando con convicción los resortes que mueven la codicia humana. Sin embargo por los propios excesos de la historia narrada, esta contención acaba jugando un poco en contra. Un mayor desmelene hubiera sido bienvenido, pero el autor de Sebastiane (aquello si que era un desmelene en toda la regla y con resultado algo mejores) parece querer sentar cátedra y adoctrinar al posible espectador, recurriendo a una seriedad que casa mal con determinados excesos argumentales de la fascinante historia que aparece en pantalla.
Pese a estos esfuerzos Jarman no puede, o no quiere, ser un director asequible y deja demasiados cabos sueltos, realiza una planificación que de austera en ocasiones se convierte en desabrida y confía en exceso en sus interpretes como mensajeros ideológicos de tan solemnes actos. Esto funciona solo en el caso de la magnífica Tilda Swinton pero bastante menos con el resto del reparto lo que añade un punto exhibicionista a la cinta que no casa demasiado con sus intenciones finales haciéndole perder fuerza y alejarse de sus propósitos de forma un tanto lastimosa.
Aún así Eduardo II es una película valiente, dura, y podría considerarse justo como la otra cara de la moneda de las recreaciones históricas que proponen señores como James Ivory sus acólitos. Solo por esto ya tiene un valor añadido que la convierten en imprescindible de cara a estudiosos de episodios históricos poco divulgados, amantes del cine outsider y extraño, y gays ultramodernos en busca de temas de conversacion con los que epatar en reuniones sociales de postín.
kepamk
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