Una de las pocas comedias españolas que, además, es una gran película. Su estructura recuerda a los clásicos del género para bien: no porque los imite sino porque alcanza su mismo nivel. Provoca la hilaridad generalizada del público gracias a la inteligencia de las situaciones planteadas, apoyándose en unas interpretaciones ajustadas a lo exigido por el guión.

Dicen los teóricos que las buenas comedias han de dejar helada la sonrisa en un momento de la proyección. Así lo hace “Animales de compañía”, un film dinámico que divierte.

La trama no es ajena a la actualidad, pero no perderá vigencia porque el humor bien hecho es atemporal. Refleja una familia de alto nivel social en la que se mezclan hijos absolutamente convencionales y conservadores con otros vástagos de aficiones artísticas y otros de tendencias alternativas. Presenta sin piedad lo más ridiculizable de las tres tendencias, dejando claro que la pertenencia a esa suerte de tribu urbana no es lo más importante de una persona. Finalmente, plantea la permanencia en el hogar de adultos que ejercen de hijos pasada la veintena, así como las razones que unen o distancian a ese grupo de personas que forma una familia.

Lo más divertido del cine español desde “El día de la bestia”.