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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Aventuras. Acción Un policía canadiense (Errol Flyn) detiene a un espía nazi. Cuando el preso consigue escapar, el policía no se da por vencido y finge ser un desertor para infiltrarse entre los nazis. Thriller de espionaje con grandes dosis de acción y aventuras ambientado en la inmensidad de las blancas montañas canadienses. (FILMAFFINITY)
16 de marzo de 2012
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé su nombre y dudo mucho que nunca llegue a saberlo, así de bien se oculta, aun para aquellos que, como un servidor, llevan tiempo gozando de sus muy espaciadas críticas y del contacto esporádico a través de mensajes tan elusivos y repletos de interrogantes que hacen que uno se pregunte si no estarán escritos en lenguaje cifrado. Sus críticas son una sabia mezcla de laconismo, contundencia y capacidad de síntesis, y aflora en ellas, una y otra vez y sin pedanterías ni perifollos, un dominio apabullante de todos los resortes del lenguaje cinematográfico. Lo que más envidio de él es, sin duda, esa capacidad única para detener el tiempo en un fotograma y escudriñarlo y desmenuzarlo en todos sus detalles, como si un segundo durara un siglo y no hubiera nada que pudiera pasarle inadvertido. Como si viera cosas que no podríamos creer, hasta que él la ve y las cuenta. Y miramos de nuevo, y creemos.

De todos los usuarios de FilmAffinity, él es, sin duda, el más hermético y enigmático y, también, uno de los más melancólicos. Tal vez resulte excesivo decir que ha abjurado del cine, pero tanto su nombre de guerra como todos sus textos destilan un desaliento más o menos explícito, aquel que proviene de la creencia en que, en un punto u otro, el cine se jodió, las cosas se torcieron y tomaron el rumbo equivocado. Algo tiene del Quijote de 1615, de cuando Alonso Quijano recuperó la cordura y se supo, de repente, un héroe triste y extraviado en un mundo sin caballeros ni encantadores, que blandía inútilmente su espada en espera de gigantes que nunca acudirían, perdida sin remedio la esperanza de hallar enemigos que valiera la pena combatir. Él da también esa impresión, la de haber sido arrancado de su auténtico tiempo. Un tiempo, cada vez más lejano, en que el cine andaba justo de dimensiones pero sobrado de talento, y en el que un puñado de tuertos que nunca pisaron una escuela de cine enseñaban al mundo a hablar la lengua libre y salvaje que su ojo sano había inventado.

Sospecho que Raoul Walsh no es su tuerto favorito, aunque su parche, a diferencia del de otros, no fuera un mero adorno y ocultara una cuenca que el propio cine había dejado vacía. “Persecución en el norte” no es, además, una de sus mejores películas, sino uno de los muchos productos de encargo y circunstancias que rodó a lo largo de su vida, con todas las servidumbres que ello acarrea: sus villanos de una pieza, su romance superfluo, su mensaje triunfalista y simplón. Y sin embargo, basta y sobra para hacerse una idea de lo que con esos pobres mimbres podía hacer Walsh y para darse cuenta de cómo los tuertos de antaño le daban sopas con honda a tanto miope contemporáneo y a sus ridículas revoluciones de pista de circo. Sirve también para entender que si he dicho que mi camarada es uno de los más melancólicos de FA es porque sé a ciencia cierta que siempre habrá alguien que lo sea más que él.

Ahí va mi copa, camarada. A la salud de los tuertos que fueron los reyes del mundo.
Normelvis Bates
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