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Voto de nachete:
5
11 de octubre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renny Harlin, simpático bárbaro nórdico, debutó en USA dirigiendo al retoño de Chuck Norris en una de acción patriótica y descerebrada (Born American). Fue una carta de presentación clara y directa que reveló a su director como un servil artesano al servicio del buen cine palomitero yanqui, eso sí, con tendencia al músculo y la hemoglobina. De ahí a que fuera seleccionado para hacer una horror movie barata, varonil y claustrofóbica había un paso. Y así llegamos a Prison: una de espíritus vengativos derramando sangre entre las cuatro paredes de una penitenciaría/ratonera tirando a cochambrosa, con presos/as que son desechos de la sociedad y un alcaide-villano poco dispuesto a saldar cuentas con el pasado.
Directa al grano, con una ágil e inteligente presentación de personajes, la película propone un look de terror ochentero (la dirección cita a Lustig, a Cohen…) formalista y fibroso, de apuntes enfáticos y recargada intensidad, con una forma de interpretar el terror y el gore en la que Harlin parece ensayar la violencia delirante, casi surrealista, de su posterior e inminente Pesadilla en Elm Street 4: la cámara de aislamiento que entra en ebullición, la asfixia y perforación de los tubos, ese alambre con vida propia…
Gore competente e imaginativo anclado en una trama argumental de sencillez extrema, de personajes más bien planos y desarrollo algo cansado. Pese a las buenas intenciones, la cinta no logra mantener el pulso inicial y comienza a naufragar mediado el metraje, cuando la historia deja de avanzar y se limita a ilustrar, y a exagerar, ese flanco fantástico que casi emparienta al film con aquella tronada peli de Wes Craven, Shocker, 100.000 voltios de terror. Pese a su excesivo metraje, pese a perder fuelle hacia el final, resulta una obra tan curiosa como excesiva, amén de una gema para seguidores del vikingo Harlin o de los primeros trabajos del bueno de Viggo Mortensen.
Lo mejor: las muertes, la testosterona de Harlin.
Lo peor: desvaría demasiado en el tercio final.
Directa al grano, con una ágil e inteligente presentación de personajes, la película propone un look de terror ochentero (la dirección cita a Lustig, a Cohen…) formalista y fibroso, de apuntes enfáticos y recargada intensidad, con una forma de interpretar el terror y el gore en la que Harlin parece ensayar la violencia delirante, casi surrealista, de su posterior e inminente Pesadilla en Elm Street 4: la cámara de aislamiento que entra en ebullición, la asfixia y perforación de los tubos, ese alambre con vida propia…
Gore competente e imaginativo anclado en una trama argumental de sencillez extrema, de personajes más bien planos y desarrollo algo cansado. Pese a las buenas intenciones, la cinta no logra mantener el pulso inicial y comienza a naufragar mediado el metraje, cuando la historia deja de avanzar y se limita a ilustrar, y a exagerar, ese flanco fantástico que casi emparienta al film con aquella tronada peli de Wes Craven, Shocker, 100.000 voltios de terror. Pese a su excesivo metraje, pese a perder fuelle hacia el final, resulta una obra tan curiosa como excesiva, amén de una gema para seguidores del vikingo Harlin o de los primeros trabajos del bueno de Viggo Mortensen.
Lo mejor: las muertes, la testosterona de Harlin.
Lo peor: desvaría demasiado en el tercio final.