Stuart Gordon rueda en Italia las tremebundas torturas llevadas a cabo por el inquisidor Torquemada en Toledo. Un buen día ordena detener a un panadero y a su joven esposa a la que acusa de brujería y somete a horribles tormentos. Sin embargo, aunque la mujer confiesa sus pecados bajo tortura, Torquemada será incapaz de ordenar que la quemen porque se siente atraído por ella y no consigue quitársela de la cabeza aunque se flagele y se torture a sí mismo.

Delirante producción de serie b incapaz de que nos la tomemos en serio por lo disparatado de su argumento. Lance Henriksen es un convincente Tomás de Torquemada, también aparecen en pequeños papeles el actor fetiche del director, el irrepetible Herbert West de Reanimator, Jeffrey Combs, y un orondo Oliver Reed. Los dos protagonistas tampoco lo hacen mal, pero el argumento de la película está muy desdibujado y acaba por desmadrarse en la parte final convirtiendo la trama en un sinsentido. Eché en falta más gore, más sadismo, más sangre, teniendo en cuenta quien es el director, sin embargo, a penas hay escenas inquietantes y sangrientas para una película ambientada en el siglo XV en pleno apogeo de la Inquisición.