La película es intrínsecamente floja. Porque el guión es endeble y su planteamiento ideológico tendencioso hasta la saciedad. Porque la realización no supera a la de cualquier episodio de “Rex”, ese entrañable can dominguero. Porque está llena de tópicos y resulta demasiado teatral, en el peor de los sentidos. Porque su metraje es excesivo y la tensión dramática brilla por su ausencia. Porque los personajes son burdos arquetipos y los actores parecen no creerse sus papeles. Sólo con echar una ojeada a los paupérrimos actores norteamericanos que participan, uno se puede hacer una idea del carácter decadente de esta producción. Pero lo que más me disgusta es que, amparándose en un hecho real, convierte la supuesta objetividad en pura propaganda. El momento Abu Grahib resulta particularmente significativo.
En cualquier caso, estas características, salvo la factura técnica y la parafernalia de explosiones y artilugios varios, son aplicables a casi cualquiera de las innumerables películas norteamericanas que tratan la cuestión de Iraq u otra intervención militar estadounidense. Es una obra maestra comparada con “Rambo” o “Amanecer rojo”, sin ir más lejos. Supongo que hará las delicias de los antiamericanos recalcitrantes, pero imagino que aburrirá a cualquier aficionado al cine con un grado de ideologización razonable. Y la banda sonora hará las delicias de la cabra de la Legión.