Espero que nadie crea -dada la escasa relevancia de este engendrillo- que la peli de Winner es otra de tantas joyitas a reivindicar. Espero que nadie lo crea porque, de hacerlo, el chasco puede ser monumental. Tanto o más como el que me he llevado yo. Así pues, no me andaré por las ramas: “La centinela” es un bodriete. Así de claro. Un bodriete rodado a rebufo de ese cine demoníaco tan en boga en la época (“La semilla del diablo”, “El exorcista”) y que generó -lamentablemente- cantinelas tan vergonzantes como la que hoy nos ocupa.

Que nadie se deje engañar, pues, por la pléyade de secundarios de relumbrón (Ava Gardner, Eli Wallach, Burgess Meredith, John Carradine, Martin Balsam, Jeff Goldblum, Christopher Walken, Tom Berenger) que aparecen en el reparto. Puro espejismo. “La centinela”, como ya he dicho antes, es un bluff. Un esperpento. Bazofia.

Y es todo eso y más porque ni da miedo, ni tensiona ni nada de nada. Bueno, sí, perdón: da grima. Y no precisamente por su aditamento gore. El asco que produce “La centinela” no es físico. Es moral. Tanto por su burda y engañosa pátina intelectualoide (con alusiones a Milton incluidas) como por el infame recurso que supone asociar lesbianismo y deformidades al poder del maligno cuando lo único que se pretende realmente es apelar al morbo del espectador de la forma más torpona y chapucera posible.

¿Qué por qué un cuatro, entonces? Pues bueno, le he endiñado cuatro estrellitas porque quién bien me conoce sabe que no suelo ser demasiado severo cuando una peli me entretiene levemente y porque, porque, porque… Pues no sé, porque la prota es mona ¿Contentos?