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Voto de Taylor:
6
19 de mayo de 2008
57 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
El único precedente que recuerdo de Greenaway es “El vientre de un arquitecto” y, aunque han pasado más de quince años desde que la vi, mi frágil memoria me evoca una peli con cierta ínfula conceptual pero no exenta de una preocupación estética y un lirismo extraordinarios.
Constato en “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” como a Mr. Greenaway le sigue preocupando la estética y sigue refocilándose en esa imagen de cineasta bizarro, extravagante e inclasificable. Todo eso está muy bien. El problema radica en que cuando el sustrato argumental de una peli queda demasiado arrinconado en pos de un obsesivo tratamiento sensorial cualquier espectador mínimamente avispado puede darse cuenta que le están tomando el pelo. Hasta yo.
Llegado este punto, decidí seguir viendo la peli sin mayor pretensión que la de gozar lo máximo posible con los excesos y las extravagancias del británico: violencia, sexo, humor negro, escatología, antropofagia... todo ello cuidadosamente envuelto en una puesta en escena, eso sí, extraordinaria. Una interesante mezcla entre imaginería barroca y contemporánea estratégicamente aderezada con los modelitos de Gaultier y la musiquita de Nyman.
Yo diría, concluyendo ya, que Greenaway aprueba morfología y sintaxis pero catea semántica. Su peli es metafóricamente inofensiva y me transmite poco. Muy poco.
Aún así, le regalo seis estrellitas porque es visualmente atractiva, truculentamente transgresora y porque ver a la futura reina de Inglaterra en cueros no tiene precio.
Constato en “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” como a Mr. Greenaway le sigue preocupando la estética y sigue refocilándose en esa imagen de cineasta bizarro, extravagante e inclasificable. Todo eso está muy bien. El problema radica en que cuando el sustrato argumental de una peli queda demasiado arrinconado en pos de un obsesivo tratamiento sensorial cualquier espectador mínimamente avispado puede darse cuenta que le están tomando el pelo. Hasta yo.
Llegado este punto, decidí seguir viendo la peli sin mayor pretensión que la de gozar lo máximo posible con los excesos y las extravagancias del británico: violencia, sexo, humor negro, escatología, antropofagia... todo ello cuidadosamente envuelto en una puesta en escena, eso sí, extraordinaria. Una interesante mezcla entre imaginería barroca y contemporánea estratégicamente aderezada con los modelitos de Gaultier y la musiquita de Nyman.
Yo diría, concluyendo ya, que Greenaway aprueba morfología y sintaxis pero catea semántica. Su peli es metafóricamente inofensiva y me transmite poco. Muy poco.
Aún así, le regalo seis estrellitas porque es visualmente atractiva, truculentamente transgresora y porque ver a la futura reina de Inglaterra en cueros no tiene precio.