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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
7
Serie de TV. Drama Serie de TV (1978-1991). 14 temporadas. 357 episodios. Los Ewing son una poderosa familia que vive en su gran rancho de Texas rodeada de toda clase de lujos gracias a sus prósperos negocios petrolíferos. Traiciones, venganzas, ambiciones e intrigas configuran la vida de este clan dominado por un inolvidable personaje: el implacable y malvado J.R. (Larry Hagman). Pionera en el arte de mantener el suspense al final de cada capítulo, la ... [+]
28 de marzo de 2009
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde una perspectiva estrictamente cualitativa podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que “Dallas” fue una serie bastante mediocre y convencional. Eso, siendo generosos. Aún así, lo que también queda fuera de toda duda es que sus niveles de audiencia fueron tan estratosféricos que me resultaría prácticamente imposible señalar cualquier otro producto televisivo ochentero con semejante repercusión mediática. Porque si bien existieron folletines televisivos de formato similar (“Falcon Crest”, “Dinastía”), pocos fueron los que consiguieron captar mi interés con tanto poderío. Aunque me cueste admitirlo.

“Dallas” relataba las peripecias de una acaudalada familia tejana dedicada al negocio del petróleo. Sus protagonistas principales eran Jock y Ellie Ewing (los patriarcas), Bobby (el hijo menor), Pamela (la esposa de Bobby), Ray Krebbs (el capataz), Lucy (la sobrina de Jock y Ellie) y Sue Ellen (la esposa del que encabeza esta crítica), entre muchos otros. Pero si tuviéramos que mentar a la verdadera ‘alma mater’ de la serie ése sería, indudablemente, el primogénito de Jock y Ellie: J.R. Ewing. Cerebral, cínico, entrañablemente odioso... J.R. ha sido, es y será uno de los seres más despreciables y maquiavélicos que han aparecido jamás en una pequeña pantalla. Capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya, el heredero de la Ewing Oil exhibió durante más de una década un recital de malas artes espectacular. Su popularidad y carisma fueron tan descomunales que el mismísimo Pepe da Rosa le dedicó una canción que llegó hasta el último confín de nuestra piel de toro. El episodio que finalizaba con su presunta muerte generó tanta expectación que el país entero se paralizó momentáneamente. Ese día (julio-agosto, mediados de los ochenta), yo me encontraba de vacaciones en un camping de la costa dorada. Desprovistos de televisor, nos dirigimos al bar dispuestos a saborear los últimos minutos de vida de nuestro malvado favorito. Cuando llegamos, apenas cinco minutos antes del inicio del evento, la terraza estaba completamente abarrotada. No exagero ni un pelo si os juro que, con bastante fortuna, conseguí ubicarme a no menos de 50 metros de las 24 pulgadas del aparato que transmitía el capítulo que habría de redondear uno de los ‘cliffhungers’ (final con gancho) más espeluznantes de la historia de la televisión. Una locura, en definitiva, tan sólo comparable al festival de Eurovisión o a una final de Copa de Europa de la época. Impresionante.

Eso sí, si me obligáis a reproducir alguna de las perlas más célebres de J.R. tan solo recordaría aquella que, con toda la sutileza y ternura del mundo, le dedicaba a su alcohólica esposa:

“Eres un pendón, Sue Ellen”.

Memorable.
Taylor
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