Presuntamente inspirado en la vida de Janis Joplin, “The Rose” es un biopic ficticio que narra la tumultuosa vida de una estrella de rock en la cima de su carrera. Una estrella tan explosiva y torrencial en el escenario como desdichada y desquiciada fuera de él.

“The Rose” no es una gran película pero, en cualquier caso, defiende eficazmente su propósito a través de dos pilares básicos: la efervescente interpretación de Bette Midler y una banda sonora magnífica. Ambos puntales resultan, a la postre, lo suficientemente atractivos como para ver la peli sin acritud, degustándola en su justa medida.

Cierto es que el retrogusto cinematográfico de la peli de Rydell nos remite inexorablemente a un compendio de sabores tópicos y superfluos pero, al fin y al cabo, un musical es un musical y lo que debe prevalecer es la buena música. Así y todo, no hubiera estado mal que Rydell se hubiera preocupado un poquito más a la hora de ahondar en el origen de los desequilibrios emocionales de Rose. No me refiero a sus excesos con el bourbon o las drogas. Me refiero a sondear las razones por las que una estrella de rock con el mundo rendido a sus pies acaba tirando su vida por el retrete. El pretexto de la violación ‘consentida’ por parte de todo un equipo de fútbol americano no me sirve. No porque no sea lo suficientemente traumático, sino porque esa dramática experiencia está expuesta con una torpeza narrativa descomunal.

A Janis ya no la podemos interrogar por su declive. Pero a Amy Winehouse, sí. Alguien debería rescatarla de ese campo de minas. Me jodería mucho que un día pisara una.