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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
2
Terror Una pequeña expedición llega a un lugar costero para intentar rescatar un cofre lleno de diamantes de un barco hundido muchos años atrás. No saben que el tesoro está maldito, y que se encuentra custodiado por zombis submarino. (FILMAFFINITY)
2 de febrero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que uno anhela ver sólo por el título. Te disparan la imaginación. Zombies of Mora Tau. Zombis en los Mares del Sur. Pues no. En cuanto empieza el film resulta que estás en África. Resulta que la rodaron con cuatro chavos. Resulta que los guionistas habrían debido ser fusilados sin juicio previo. Y claro, habías olvidado que estaba dirigida por Edward L. Cahn. Edward Can't, como decían jocosamente sus compañeros de profesión. Este caballero, que inició su carrera de director en 1931 y la prolongó hasta 1962, con 127 títulos en su haber, sentó cátedra de lo que no hay que hacer en el cine a base de películas breves, malas y feas. Atacó con saña el thriller y el western, rodó comedias que hacían llorar, y aún tuvo tiempo de chapotear en la SF y el terror, con títulos tan memorables como Voodoo Woman, Creature of the Atom Brain y La invasión de los hombres del espacio. Aunque no lo hizo tan mal con El terror del más allá y The Four Skulls of Jonathan Drake, tal vez su mejor logro. Y culminó su carrera con una versión de La bella y la bestia que ríete tú del surrealismo. Mora Tau pertenece a lo más execrable de su obra. Misericordiosamente breve, relata la historia de una legión de zombis víctimas de un naufragio que impiden a los cazadores de tesoros apoderarse de la carga de diamantes que transportaba el barco. Los zombis deambulan por el fondo del mar como Pedro por su casa, sin ni siquiera inmutarse, entrando y saliendo de un cascarón de nuez hecho a base de cuatro tablas, mientras los presuntos ladrones van soltando (y haciendo) tonterías a lo largo del sucinto metraje. Más que terror, provoca pavor, y a ratos cólera. Allison Hayes, la inolvidable 50 Foot Woman, pasea sus volúmenes y turgencias por la pantalla, aunque sin pasarse, y la cosa degenera a marchas forzadas. Lamentamos no poder ser más benignos con esta reliquia, pero hay que verlo para creerlo. Para coleccionistas de rarezas infumables.
Eduardo
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