Viajo sola es una película pequeña, humilde, pero que pone el dedo en la llaga de la soledad del ser humano en el mundo actual. Irene (magnifica Margherita Buy) se dedica a recorrer el mundo alojándose en hoteles de lujo que analiza en secreto (hasta el último día) para una revista especializada. Su vida de desplazamientos constantes le ha exigido renunciar a pareja e hijos. Mantiene una relación no exenta de tensiones con su hermana y sus sobrinas (tal vez las hijas que no pudo tener) y no ha perdido el contacto con su ex pareja (el excelente Stefano Accorsi). Su vida discurre en lugares de ensueño que no están al alcance de casi ningún mortal, pero siempre en soledad, en silencio, salvo alguna charla ocasional con algún huésped. Es el precio a pagar por una profesión elitista, muy bien pagada, pero desgajada de la realidad. Maria Sole Tognazzi, hija del llorado Ugo, dirige con sensibilidad y ternura (que no ternurismo) una historia que recuerda en algún momento a Up in the Air, pero con personalidad propia. Con breves pinceladas nos informa sobre los personajes que habitan en sus imágenes, la dificultad de la comunicación, la intromisión de la rutina en la convivencia. Con 75 minutos justos y cabales, nos cuenta mucho más que algunos plúmbeos tostones de dos horas y media muy aplaudidos por los críticos. Es la victoria de la sencillez sobre la repetición.