Una serie de cineastas desfilan por la casa de Ingmar Bergman, en la isla de Farö, y describen cómo el maestro sueco modeló o influyó en sus carreras. Naturalmente, muerto el mito, parece casi un sacrilegio hollar el espacio donde pasó 40 años de su vida, bucear en su inmensa filmoteca, investigar entre los volúmenes de su biblioteca. Lo interesante del documental es la disparidad de opiniones y puntos de vista. Desde la admiración sin límites de Woody Allen, jamás disimulada, hasta la irreverencia de Kitano, tal vez un poco bebido en su aparición, al comentar su convicción de que El manantial de la doncella era una película porno, pasando por el sorprendente homenaje de John Landis, a quien no creíamos apto para estos menesteres, los exabruptos de Lars von Trier, que aquel día no había tomado la medicación, las sinceras alabanzas de gigantes como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Michael Haneke. Para quienes deseen hacerse con una guía rápida a la obra de Ingmar Bergman.