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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Drama La Inglaterra rural de 1865. Katherine (Florence Pugh) vive angustiada por culpa de su matrimonio con un hombre amargado al que no quiere y que le dobla la edad, y de su fría y despiadada familia. Cuando se embarca en un apasionado idilio con un joven trabajador de la finca de su marido, en su interior se desata una fuerza tan poderosa que nada le impedirá intentar conseguir lo que desea. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2017
39 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Macbeth es un plúmbeo melodrama que poco o nada tiene que ver con la obra de Shakespeare. Está basado en un relato del escritor ruso Nikolai Leskov, trasplantando la trama de la Rusia zarista a la Inglaterra victoriana. Una joven de carnes generosas es vendida en matrimonio a un rico hacendado que prefiere cascársela mientras la mira desnuda que hacerle el amor. Cuando se ausenta durante una temporada, ella tomará un amante y se entregará con entusiasmo a los placeres del sexo. Para conservar a su amante, no dudará en recurrir al asesinato...
Todo ello contado con una penosa lentitud, mediante una fotografía tan oscura como el alma de los personajes, y una ausencia casi total de banda sonora, salvo unos brevísimos arpegios electrónicos en dos secuencias. Gracias a la brillante interpretación de la casi debutante Florence Pugh, que se apodera literalmente del personaje, aportando todo tipo de matices para enriquecer sus diálogos, se sostiene esta ópera prima de William Oldroyd, que hace hincapié en una doble opresión. Por un lado, la de la mujer, un cero a la izquierda, "el negro del mundo", en acertada definición de John Lennon, un pedazo de carne al que todos los hombres se creen con derecho a escarnecer y humillar, hasta que el poder del deseo la convierte en un ser libre y decidido a salir adelante caiga quien caiga. Por otra parte, la opresión de la clase proletaria, simples animales de carga condenados a obedecer todas las órdenes que reciben, si no quieren experimentar en sus propias carnes la furia de los amos. En su loca pasión por el empleado de los establos, la joven Katherine no duda en sacrificar a sus sirvientes para salir indemne de sus crímenes, en un final que la devuelve a la misma postura de la primera escena, con el objeto de subrayar la imposibilidad de huir de su destino.
Una obra que debe afrontarse con paciencia y resignación. No es la obra maestra que ha saludado la crítica, ni tampoco una ciénaga de aburrimiento en la que el espectador chapotea. Simplemente, hay que adaptarse a su ritmo. O salir del cine.
Eduardo
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