Queridos Michael y Ron:

Cualquiera que os haya visto en películas anteriores, lo sabe.
Aunque os hayan puesto ese horroroso doblaje español que contribuye al surrealismo del conjunto, vuestros ojos ausentes dejan notar que no queríais estar allí.
No os preocupéis, todos tenemos facturas que pagar, amigos que contentar, tiempo que rellenar... y hasta yo le protagonizaría la ópera prima a mi colega, si con eso se queda contento (eso sí, espero que el Sr. Henrikson sea, efectivamente, amigo vuestro).

No parecía mala idea, la verdad, una comedia sobre el oportunismo barato y la (in)consciencia comunal, con mucho actorazo haciendo el gilipollas, porque hasta vosotros os cansáis de recitar diálogos intensitos, y muchas veces, simplemente, queréis jugar.
Quizás habría que haberse asegurado, antes de hacer un sólo plano, si el amigo Seth tenía claro qué es lo que hace especial el cine de Wes Anderson, al que tan desesperadamente parece querer imitar.
También, antes de poneros a pasar frío a lo tonto en la nieve, igual esto se habría digerido mejor si os hubiera hecho muñecos de stop-motion, y así por lo menos sólo habríais tenido que poner voz a lo que no deja de ser un dibujo animado chorra, con argumento a juego (Michael, me habría encantado ver tu gepeto en marioneta).

Pero el caso es que estáis en pantalla, y se nota: el mamonazo de Seth os apuntaba con pistola, ¿verdad?
Sólo así se entiende que Judy parezca acojonada de abandonar el plano, mientras anda hablando contigo, Michael, en un movimiento que no habría hecho ser humano normal.
También veo que Ian intenta escaparse varias veces del argumento, aunque probablemente la priva y el rodar en su propia choza hacía que le diera todo un poco más igual, porque es el único que le pone algo de ganas a los parlamentos hediondos que tiene que recitar (¡y lo hace sin descojonarse el jodío! ¡grande!).
Del imbécil reportero no te hablo, aunque solo sea por no sacarte los colores, porque el cabrón se hace tan ahostiable que le podrían dar un Oscar, y no sabría si se interpreta a si mismo o hacía su trabajo.

El caso, Michael, es que no sé en qué momento te pareció buena idea calzarte un traje de oso, y salir a hacer el mongolo por el pueblo de noche.
¿Cuándo se te helaba el culo a las tantas de la mañana pensabas que esto iba a acabar bien?
¿Y tú, Ron, es que no te daba ascazo el puto chiste repetido hasta el absurdo del traje de "ardilla" que llevas?
Aunque probablemente te descojonabas bajo la cabeza de peluche joputa, que sabemos que a ti no te amarga un truñete de vez en cuando.

En fin, Michael, quiero que sepas que lo más increíble de todo... es que no tengo claro si mandar a la mierda este favor que le has hecho a tu amigo Seth.
Literalmente parece la historia de tu vida, un esforzado actor, bueno hasta la naúsea a pesar de las apariencias, al que no paran de deslizarle marrones y putadas para que las arregle, y luego le echan la culpa si fracasan.
Y de esto tú tienes toda la culpa: darle cierta gravedad a una película abominablemente montada, penosamente fotografiada y cómicamente infame, hasta convertirla en una majadería navideña que hay que verla para creerla sólo lo consigue hacer un verdadero actorazo como tú.

Así que te mando mi enhorabuena, y tranquilo, vendrán tiempos mejores.
De vez en cuando viene bien una basura navideña para darse cuenta de que el mundo puede ser un lugar maravilloso, donde a cualquiera le financian una rocambolesca historia de peluches y piesgrandes acosando el pueblo norteamericano medio.

Pero, para la próxima, te guardas el cachondeo, y te aseguras de que no lo vendan con tu gepeto.
Feliz navidad, Michael y Ron, espero que a nadie más le debáis un favor.