El guión de Cabrera Infante es muy malo, por maniqueo, elemental e inverosímil en muchos aspectos, y tras él va el pésimo personaje que se autoadjudicó el director, dos en uno, Andy García, quien combina una realización llena de postalitas con una interpretación de telefilme de clase Z. Como buenas pueden darse varias secuencias sólo porque recuerdan al Pollack de "Habana".

El guionista y el director parecen amigos que se arrojan alegremente por el acantilado, a sabiendas de que debajo hay mucho dinero para realizar una producción lujosa. Pero la suma de Cabrera Infante (un sobrevalorado escritor y crítico de cine bastante malo por pecar de egocentrismo extremo) y Andy García (actor con inexplicable éxito) es la desdichada unión de dos exiliados anticastristas que se propusieron divulgar una visión afín a sus ideas con cierta categoría artística, evitando la ferocidad reaccionaria. Están en su derecho, pero les ha salido muy mal. Muestran el pre y postambiente revolucionario con enorme pobreza argumental en un auténtico baño de lugares comunes, hasta que todo empeora, pues cuando la cosa se desliza por el lado sentimental dan ganas de salir corriendo. Imposible creerse el feeling de esa pareja formada por Inés Sastre, mala actriz, moderadamente guapa, y Andy García que no para de fumar, beber y meterse con Fidel Castro en una de sus peores interpretaciones, que ya es decir.

Eso sí, tiene una banda sonora sensacional y un equipo artístico formado por bailarines, músicos y cantantes en directo realmente extraordinarios, a tal punto que uno echa de menos que no se coman la película en un maravilloso desfile de números musicales de aquellos años.