Se han vuelto a lucir bien los que deciden los títulos en castellano. El único cuchillo que he visto en toda la película es esa navajilla pequeñita que sale durante unos pocos segundos cerca del final. Ni tiene la más mínima importancia en la trama ni es representativo. Ellos sabrán. Igual podrían haberla titulado “El tabaco”, habida cuenta que como buen ejemplo de cine negro, todos tragan nicotina sin concesiones. Se ve mucho más humo que al cuchillo, desde luego.
En fin, chorradas aparte, es una película típica de su género, en la que vemos a Patrick Wilson como protagonista, lo cual le viene bien para no encasillarse en el terror de James Wan.
Hay un crimen sin resolver, una mujer fatal que canta en un club, una pareja con problemas y además el protagonista escribe relatos de crímenes. Todo muy típico pero transcurriendo en los 60 en vez de en los 40.
Pues a pesar de contar con buenos elementos y estar más o menos bien contada, algo falla y no pasa la criba. La historia no me ha conseguido enganchar, y a pesar de querer enterarme de cómo se iba a resolver, me ha parecido bastante aburrida en su desarrollo.
La verdad es que no sabría decir exactamente qué es lo que no funciona, puede que sea su ritmo irregular, en el que no pasa nada demasiado interesante hasta el último tramo.
Quizá otro director con más tablas hubiera dado un mejor resultado. Me la imagino en manos de Hitchcock o Brian de Palma y otro gallo cantaría. El caso es que no merece la pena verla. Si dura hora y media y se hace bastante pesada, es que no será muy buena.