Ya vienen siendo habituales las historias en las que las vidas de los protagonistas se van entrecruzando hasta llegar a un punto en común. En el caso de “Shrink”, en un principio incluso puede llegar a parecer que estemos ante “la película del año”. Seguramente el hecho de contemplar a Kevin Spacey fumando yerba como en “American Beauty” haya contribuido a generar tal asociación en mi mente. Pero no veo que el film del hasta ahora para mí desconocido Jonas Pate sea capaz de llegar a tan altos vuelos, aunque lo pretenda desde el primer instante.
La película se desarrolla en Hollywood, pero da la sensación de que para lo que se nos intenta contar, el argumento podría haberse desarrollado en cualquier tipo de ambiente de alto standing: es una cinta sobre la infelicidad, las penurias y el desencanto de la gente rica.
Y aunque las numerosas referencias que se hacen de películas emblemáticas sean muy dignas, el tono “indi” se deje llevar bastante bien y las historias tengan consistencia y suficiente veracidad entre tanta frivolidad junta, la película no deja de ser un “Crash en almíbar”, o una “Magnolia en escabeche”. Eso sí, no dudo de que los fans incondicionales de este tipo de cintas profundo-superficiales (para unos profundas, para otros superficiales) vayan a quedar satisfechos. Yo, para terapias, me quedo con las de la doctora Melfi, la de “Los Soprano”.