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Cine negro. Drama
A Joyce Willecombe le inspiran desconfianza dos hombres que viajan con ella en el tren; llama entonces a Calhoun (Holden), el jefe de policía de la Estación Unión. Aunque éste, al principio, se muestra escéptico, todo parece indicar que los sospechosos están implicados en un caso de secuestro, razón por la cual Calhoun pide ayuda al inspector de policía Donnelly, pero los secuestradores son muy escurridizos. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2011
29 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine negro policiaco servido con fluidez y eficacia narrativa por el realizador nacido en Polonia y establecido en Hollywood, Rudolph Maté. El guión, denso y acertadamente abreviado, es de Sydney Boehm. Desarrolla un argumento de Thomas Walsh (“Nightmare in Manhattan”, 1949). Se rueda en interiores de la estación central de L.A. (Union Station), en escenarios exteriores de L.A., en la 3ª Avenida de Manhattan (NYC) y en los estudios de la Paramount (Hollywood). Producido por Jules Schermer (“El hombre de Colorado”) para la Paramount, se proyecta por primera vez en público el 4-X-1950 (NYC).
Los personajes centrales son el teniente de la policía de los ferrocarriles de CA, William Calhoun (Holden), con sede de Union Station; una muchacha ciega por causas sobrevenidas en la adolescencia, llamada Lorna Murchison (Roberts), hija del próspero empresario Henry Murchison (Hayes); el inspector de policía Donnelly (Fitzgerald) y Joyce Willecombe (Olson), amiga de Lorna y secretaria de su padre. La caracterización de los personajes se presenta definida en base a un conjunto de rasgos básicos, elegidos con coherencia, que componen una galería de figuras contundentes y precisas, fácilmente identificables por el público.
El policía Calhoun es inteligente, riguroso, experto y tiene cualidades de líder, pero a la vez es desconfiado, presumido, escéptico, resabiado y quisquilloso (le irrita que le llamen Willy). Está tan acostumbrado a tratar con grandes y pequeños delincuentes, que piensa que todos sus interlocutores son mentirosos y delincuentes. Joyce es temperamental, la dominan las emociones, es intuitiva y honrada, carece de dobleces y es sincera más allá de su voluntad. A la vez, es pundonorosa y la suficientemente fuerte para defenderse de las pullas que le echa con cinismo y cierta agresividad el teniente Calhoun. Los dos desarrollan una sorda y divertida lucha de sexos en la que Joyce nunca queda desairada. Donnelly es un viejo zorro de la policía, que sabe más por experiencia y los instintos que le ha dado la naturaleza, que por lo que establecen los manuales convencionales de investigación policial.
La acción mantiene una intensidad elevada y absorbente a lo largo de todo el metraje hasta que éste alcanza el clímax de una secuencia final memorable, empeñada curiosamente en demostrar que el lugar de los hechos, pese a las apariencias, es limitado, reducido y está dispuesto en forma circular (tras una larga carrera, los personajes se encuentran en el mismo lugar de salida).
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Los personajes centrales son el teniente de la policía de los ferrocarriles de CA, William Calhoun (Holden), con sede de Union Station; una muchacha ciega por causas sobrevenidas en la adolescencia, llamada Lorna Murchison (Roberts), hija del próspero empresario Henry Murchison (Hayes); el inspector de policía Donnelly (Fitzgerald) y Joyce Willecombe (Olson), amiga de Lorna y secretaria de su padre. La caracterización de los personajes se presenta definida en base a un conjunto de rasgos básicos, elegidos con coherencia, que componen una galería de figuras contundentes y precisas, fácilmente identificables por el público.
El policía Calhoun es inteligente, riguroso, experto y tiene cualidades de líder, pero a la vez es desconfiado, presumido, escéptico, resabiado y quisquilloso (le irrita que le llamen Willy). Está tan acostumbrado a tratar con grandes y pequeños delincuentes, que piensa que todos sus interlocutores son mentirosos y delincuentes. Joyce es temperamental, la dominan las emociones, es intuitiva y honrada, carece de dobleces y es sincera más allá de su voluntad. A la vez, es pundonorosa y la suficientemente fuerte para defenderse de las pullas que le echa con cinismo y cierta agresividad el teniente Calhoun. Los dos desarrollan una sorda y divertida lucha de sexos en la que Joyce nunca queda desairada. Donnelly es un viejo zorro de la policía, que sabe más por experiencia y los instintos que le ha dado la naturaleza, que por lo que establecen los manuales convencionales de investigación policial.
La acción mantiene una intensidad elevada y absorbente a lo largo de todo el metraje hasta que éste alcanza el clímax de una secuencia final memorable, empeñada curiosamente en demostrar que el lugar de los hechos, pese a las apariencias, es limitado, reducido y está dispuesto en forma circular (tras una larga carrera, los personajes se encuentran en el mismo lugar de salida).
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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El realizador basa la densidad y riqueza de detalles del relato en la combinación de unos diálogos breves, imágenes sorprendentes, recursos curiosos (las mirillas), la habilidad del dibujo de situaciones concretas (el estatismo de las esperas, el paso del tiempo, descuidos…), el uso narrativo de detalles visuales (pañuelo de Lorna) y el encadenado de hechos que adquieren sentido a medida que avanza la narración. Es convincente y satisfactoria la creación que se hace del ambiente y la atmósfera de la estación central, saturada de gentes en movimiento, murmullos de fondo, incidencias singulares diversas (reencuentros, abrazo de parejas, tramposos juegos de azar, robos al descuido…) y el martilleo de informaciones servidas a través de la megafonía del lugar. Las buenas interpretaciones de Holden, Olson, Fitzgerald y Bettger, merecen un elogio.
El relato se presenta enriquecido con la aportación de unos personajes moralmente ambiguos y de situaciones que conducen a dudas y a interrogantes sin respuesta en el marco del film. La imaginación, la fantasía y la capacidad de adivinación del público son llamados a resolver muchas cuestiones sin cerrar, esbozadas o dejadas en puntos suspensivos. En este sentido tiene especial importancia la evaluación de la dimensión perversa, cínica y destructiva de algunos personajes, como es el caso del criminal Joe Beacom (Bettger) y otros.
La música, de Heinz Roemheld (“Yankee Doodle Dandy”), se adapta a la acción, subrayando y dando relieve a los lances de suspense, tensión y preocupación. La fotografía, exenta de tentaciones preciosistas, está puesta al servicio del discurso narrativo, al que sirve con encuadres precisos, aproximaciones ajustadas, perspectivas explicativas e insertos expresivos, que adquieren un especial relieve en las escenas de velocidad y peligro. Las imágenes, filmadas en un limpio B/N, bien contrastado y diseñado con sentido de la composición y del equilibrio, delatan la presencia de un realizador sobrio, hábil y centrado en su trabajo.
La película se estrena en España en 1952/53. De entonces recuerdo el título con el que se presentó (“Union Station”, con pronunciación inglesa), la figura enternecedora de la adolescente ciega, los subterráneos claustrofóbicos, el nivel del suspense y la lucha que se plantea entre el bien y el mal. Por TV la volví a ver, con emoción, en los 80. Hoy me ha hecho revivir gratos recuerdos de adolescencia y me ha fascinado. Os la recomiendo.
El realizador basa la densidad y riqueza de detalles del relato en la combinación de unos diálogos breves, imágenes sorprendentes, recursos curiosos (las mirillas), la habilidad del dibujo de situaciones concretas (el estatismo de las esperas, el paso del tiempo, descuidos…), el uso narrativo de detalles visuales (pañuelo de Lorna) y el encadenado de hechos que adquieren sentido a medida que avanza la narración. Es convincente y satisfactoria la creación que se hace del ambiente y la atmósfera de la estación central, saturada de gentes en movimiento, murmullos de fondo, incidencias singulares diversas (reencuentros, abrazo de parejas, tramposos juegos de azar, robos al descuido…) y el martilleo de informaciones servidas a través de la megafonía del lugar. Las buenas interpretaciones de Holden, Olson, Fitzgerald y Bettger, merecen un elogio.
El relato se presenta enriquecido con la aportación de unos personajes moralmente ambiguos y de situaciones que conducen a dudas y a interrogantes sin respuesta en el marco del film. La imaginación, la fantasía y la capacidad de adivinación del público son llamados a resolver muchas cuestiones sin cerrar, esbozadas o dejadas en puntos suspensivos. En este sentido tiene especial importancia la evaluación de la dimensión perversa, cínica y destructiva de algunos personajes, como es el caso del criminal Joe Beacom (Bettger) y otros.
La música, de Heinz Roemheld (“Yankee Doodle Dandy”), se adapta a la acción, subrayando y dando relieve a los lances de suspense, tensión y preocupación. La fotografía, exenta de tentaciones preciosistas, está puesta al servicio del discurso narrativo, al que sirve con encuadres precisos, aproximaciones ajustadas, perspectivas explicativas e insertos expresivos, que adquieren un especial relieve en las escenas de velocidad y peligro. Las imágenes, filmadas en un limpio B/N, bien contrastado y diseñado con sentido de la composición y del equilibrio, delatan la presencia de un realizador sobrio, hábil y centrado en su trabajo.
La película se estrena en España en 1952/53. De entonces recuerdo el título con el que se presentó (“Union Station”, con pronunciación inglesa), la figura enternecedora de la adolescente ciega, los subterráneos claustrofóbicos, el nivel del suspense y la lucha que se plantea entre el bien y el mal. Por TV la volví a ver, con emoción, en los 80. Hoy me ha hecho revivir gratos recuerdos de adolescencia y me ha fascinado. Os la recomiendo.