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Drama
Una mujer negra de piel clara se hace pasar por blanca, pero, cuando regresa a su casa natal en Mississippi, no le será fácil ocultar su verdadera raza y tendrá que enfrentarse a una ciudad llena de fanatismo, prejuicios y racismo. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2010
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto largometraje de Elia Kazan (1909-2003) y último de su etapa de aprendizaje. El guión, de Philip Dunne y Dudley Nichols, adapta libremente la novela “Quality” (1947), de Cid Ricketts Summer (1890-1970), natural de Misisipi. Se rueda en platós de Fox Studios (Century City, L.A.) durante 9 semanas, con un presupuesto ajustado. Es nominado a 3 Oscar (actriz principal y dos secundarias). Producido por Darryl F. Zanuck para la Fox, se proyecta por primera vez en público, en sesión de preestreno, el 29-IX-1949 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en un barrio periférico para población afroamericana de una ciudad del estado de Misisipi, en 1946/47, poco después de la IIGM. Patricia “Pinky” Johnson (Crain) regresa a su ciudad natal, después de graduarse en la Escuela de Enfermería de Boston (Nueva Inglaterra). Huye de su novio, el joven médico Thomas Adams (Lundigam), al que no se ha atrevido a confesar su condición de mulata por hija de padre negro y madre blanca. El color de la piel, los rasgos faciales y la estructura corporal, hacen que tenga apariencia caucásica. Se instala en la casa de su abuela paterna, Daysy Johnson (Waters), que le ha pagado los estudios y por la que siente gran afecto y admiración. Pinky, de unos 20 años, es insegura e influenciable y necesita sentirse apoyada y protegida.
El film suma drama, racismo, intolerancia, crítica social y romance. Es una de las primeras películas interraciales realizadas en Hollywood por una productora “major”. Para algunos constituye una continuación o prolongación temática (no argumental) de “La barrera invisible”, el trabajo anterior de Kazan, en el que se trata el problema del racismo contra los judíos. Por lo demás, forma parte del ciclo de cine social que se prodiga en los años 40. El tema de una muchacha mulata que pasa por blanca es objeto del análisis en “Imitación de la vida” (Sirk, 1934).
El relato explica los hechos con realismo y trazos documentalistas. Los problemas se presentan con naturalidad y se insertan en la vida diaria de la comunidad. Se advierte el pulso vigoroso y fluido de gran narrador que tiene Kazan. De las incidencias diarias se extrae un dramatismo convincente, que se desprende del descubrimiento de los aspectos esenciales de las cosas. A partir de los hechos, Kazan construye ambientes de gran fuerza emocional. En algunos casos pasa de los hechos a la emoción pura y esencial. Así ocurre cuando la joven huye de los chicos que han intentado forzarla. No la siguen, ella corre sola, la mueven el miedo y la angustia, que se apoderan de la sala a través del ritmo de la acción, la sucesión de imágenes perturbadoras (tropiezos, paso frente a un grupo de tumbas antiguas) y el sonido de una música que altera el ánimo. Sólo hay emociones: no hay peligros, no hay perseguidores y el espectador lo sabe.
La acción dramática tiene lugar en un barrio periférico para población afroamericana de una ciudad del estado de Misisipi, en 1946/47, poco después de la IIGM. Patricia “Pinky” Johnson (Crain) regresa a su ciudad natal, después de graduarse en la Escuela de Enfermería de Boston (Nueva Inglaterra). Huye de su novio, el joven médico Thomas Adams (Lundigam), al que no se ha atrevido a confesar su condición de mulata por hija de padre negro y madre blanca. El color de la piel, los rasgos faciales y la estructura corporal, hacen que tenga apariencia caucásica. Se instala en la casa de su abuela paterna, Daysy Johnson (Waters), que le ha pagado los estudios y por la que siente gran afecto y admiración. Pinky, de unos 20 años, es insegura e influenciable y necesita sentirse apoyada y protegida.
El film suma drama, racismo, intolerancia, crítica social y romance. Es una de las primeras películas interraciales realizadas en Hollywood por una productora “major”. Para algunos constituye una continuación o prolongación temática (no argumental) de “La barrera invisible”, el trabajo anterior de Kazan, en el que se trata el problema del racismo contra los judíos. Por lo demás, forma parte del ciclo de cine social que se prodiga en los años 40. El tema de una muchacha mulata que pasa por blanca es objeto del análisis en “Imitación de la vida” (Sirk, 1934).
El relato explica los hechos con realismo y trazos documentalistas. Los problemas se presentan con naturalidad y se insertan en la vida diaria de la comunidad. Se advierte el pulso vigoroso y fluido de gran narrador que tiene Kazan. De las incidencias diarias se extrae un dramatismo convincente, que se desprende del descubrimiento de los aspectos esenciales de las cosas. A partir de los hechos, Kazan construye ambientes de gran fuerza emocional. En algunos casos pasa de los hechos a la emoción pura y esencial. Así ocurre cuando la joven huye de los chicos que han intentado forzarla. No la siguen, ella corre sola, la mueven el miedo y la angustia, que se apoderan de la sala a través del ritmo de la acción, la sucesión de imágenes perturbadoras (tropiezos, paso frente a un grupo de tumbas antiguas) y el sonido de una música que altera el ánimo. Sólo hay emociones: no hay peligros, no hay perseguidores y el espectador lo sabe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El film no se ocupa sólo de racismo. Añade una defensa explícita a favor del orgullo de los afroamericanos, su autoestima, la coherencia de sus sentimientos con sus raíces étnicas e históricas. Propone afrontar los problemas raciales y rechaza las huidas de la realidad y de los problemas que ésta plantea. Explica sin añadir críticas (innecesarias por obvias) los comportamientos paternalistas de algunos personajes blancos, que pretenden ayudar a los negros prescindiendo de toda consideración sobre los cambios imperativos de sus condiciones de vida y la modificación de la propia conducta en relación a ellos, anclada en la utilización de las personas y el trato discriminatorio y abusivo de las mismas.
La película, 60 años después de su estreno, conserva en buena medida la capacidad de emoción y conmoción. Pese a los cambios sociales que se han registrado en tan largo período de tiempo, los problemas siguen siendo los mismos, aunque se planteen en algunos casos de manera más sofisticada y sutil.
La construcción de caracteres es convincente. Se presenta una galería de personajes, bien definidos, que simplifican las explicaciones. Son memorables las figuras de la abuela que trabaja a destajo para ayudar a quienes aprecia; el varón indolente y tramposo, dominado por la mujer; el buen juez que se jubila; la mujer joven agresiva, que no atiende a razones; el novio desubicado y confuso; el médico lúcido que sabe dónde está su obligación; la prima egoísta, codiciosa y desconsiderada; la anciana caprichosa y reservada, etc. La dirección de actores es brillante y los intérpretes reflejan en su trabajo el buen hacer de Kazan, que consigue tres nominaciones a los Oscar para las tres protagonistas. La evolución de los personajes se presenta cuidada y matizada, de modo especial la de Daysy, Pinky y la señorita Em. La interacción entre los personajes queda reflejada de modo adecuado y suficiente.
La banda sonora, de Alfred Newman, ofrece una partitura breve, dividida en pocos cortes, pensados y construidos para la creación de sentimientos y emociones. Destacan los pasajes “Main Tittle”, “La huida a casa”, “El intento de rapto”, “La muerte”, “El ataque cardíaco”, etc. Añade como música adaptada un fragmento del himno gospel, de aires fúnebres, que anuncia el juicio final con el sonido de la trompeta del arcángel Gabriel: “When the Saints Go Marching in”, a cargo de la actriz y cantante Ethel Waters. La fotografía, de Joseph MacDonald (“Pánico en las calles”, 1950), en B/N, rueda preferentemente en exteriores, con fondos vegetales frondosos y exuberantes, que aportan profundidad, desahogo y belleza. Compone planos largos, encuadres a media distancia y aproximaciones puntuales en busca de primeros planos esporádicos del rostro de Crain.
Bibliografia
Efrén CUEVAS, “La sociedad estadounidense bajo la mirada de Elia Kazan”, ‘Film-Historia’, V. VIII, nº 1, págs. 29-49, 1998.
La película, 60 años después de su estreno, conserva en buena medida la capacidad de emoción y conmoción. Pese a los cambios sociales que se han registrado en tan largo período de tiempo, los problemas siguen siendo los mismos, aunque se planteen en algunos casos de manera más sofisticada y sutil.
La construcción de caracteres es convincente. Se presenta una galería de personajes, bien definidos, que simplifican las explicaciones. Son memorables las figuras de la abuela que trabaja a destajo para ayudar a quienes aprecia; el varón indolente y tramposo, dominado por la mujer; el buen juez que se jubila; la mujer joven agresiva, que no atiende a razones; el novio desubicado y confuso; el médico lúcido que sabe dónde está su obligación; la prima egoísta, codiciosa y desconsiderada; la anciana caprichosa y reservada, etc. La dirección de actores es brillante y los intérpretes reflejan en su trabajo el buen hacer de Kazan, que consigue tres nominaciones a los Oscar para las tres protagonistas. La evolución de los personajes se presenta cuidada y matizada, de modo especial la de Daysy, Pinky y la señorita Em. La interacción entre los personajes queda reflejada de modo adecuado y suficiente.
La banda sonora, de Alfred Newman, ofrece una partitura breve, dividida en pocos cortes, pensados y construidos para la creación de sentimientos y emociones. Destacan los pasajes “Main Tittle”, “La huida a casa”, “El intento de rapto”, “La muerte”, “El ataque cardíaco”, etc. Añade como música adaptada un fragmento del himno gospel, de aires fúnebres, que anuncia el juicio final con el sonido de la trompeta del arcángel Gabriel: “When the Saints Go Marching in”, a cargo de la actriz y cantante Ethel Waters. La fotografía, de Joseph MacDonald (“Pánico en las calles”, 1950), en B/N, rueda preferentemente en exteriores, con fondos vegetales frondosos y exuberantes, que aportan profundidad, desahogo y belleza. Compone planos largos, encuadres a media distancia y aproximaciones puntuales en busca de primeros planos esporádicos del rostro de Crain.
Bibliografia
Efrén CUEVAS, “La sociedad estadounidense bajo la mirada de Elia Kazan”, ‘Film-Historia’, V. VIII, nº 1, págs. 29-49, 1998.