No escatima la película en extras, semovientes y vestuario. Lucen todos muy bien y las actuaciones teatrales ayudan mucho a entrar en el ambiente. Ahí está Orson Welles con túnica subido al trono llorando por el traicionero amor de su mujer. El doblaje es muy bueno, y los diálogos se entiende que parten de un guion cuidadoso para dar el aire temporal a la forma de hablar.

Las batallas cuentan con numeroso figurante presto a la acción y los decorados de los interiores son aceptables. A pesar de la poca credibilidad en la acción -es fácil entenderlo-, enlaza muy bien con las confabulaciones que se traen los líderes de los ejércitos: los bizantinos, los godos y los romanos, intentando cada uno sobrevivir al contrario. No hay más misterio en la película.

Añadir que algunos detalles animan en algo todo lo previsible que es una película de romanos: un enano; la alucinante presencia de un león andando por las calles; el pelo rubio de alguno, que parece de bote; y sobre todo una extraña escena durante el baño de la reina en el spa. Esto hace considerarla algo más y reconocer que aún siendo muy normalita, también está trabajada con ganas.