Una de esas indispensables películas de la comedia americana tejana que funciona como un reloj en todos sus apartados. Como musical, como drama romántico y, por supuesto, como comedia típica a base de country y sombreros vaqueros.

Burt Reynolds es el sheriff más malhablado de todo Texas y forma pareja con la generosa Dolly Parton que parecen hechos el uno para el otro. Hay que verlos en ese momento tierno tan romántico a la luz de la luna, bebiendo cerveza y hablando de los marcianos, de la Biblia y de Jesús. Crean ese momento mágico tan difícil de expresar cinematográficamente que muchos directores han intentado llegar a él con igual suerte, como por ejemplo Clint Eastwood en Los puentes de Madison, por decir una película en que coinciden ellos, unos inmaduros, y ellas, unas zorronas.

Está claro que este tipo de películas no tiene sucedáneos porque son materia exclusiva de un modo de vida americano que enervará a unos y dejará indiferentes a otros, y a los demás pues les parecerá bien y ya está, pero lo importante es que como cine no pretende más que hacer gracia y que el espectador pase un rato agradable. Y no hay más que ver a ese Charles Durning que como aficionado al cine llevarás viendo toda la vida sin ponerle nombre, y ahora lo tendrás más en cuenta porque siendo gobernador, el número musical que se marca con bailoteo country, te llevará sin remedio a reconocer que su trayectoria como actor subió, aquí, muchos enteros.

En definitiva, una más de Burt Reynolds, de Sheriff, inteligente, inmaduro, pistolero, malhablado y enamorado de Mona, la directora de la Granja de Pollos, a quién tratará de ayudar del ataque inmisericorde del periodista moralista con peluca Melvin, el Perro Guardián de la Noticia.