Vaya por delante que nadie tiene por qué entender de fútbol americano o Rugby y menos si se celebra en una cárcel, para meterse en el ambiente. Es una cinta muy de la época, cuando proliferaron películas de deportes cuya emoción subía con el tanteo. Es eminentemente masculina, con tan solo la fugaz aparición de una mujer, secretaria en la oficina de la cárcel, cuyo peinado, sin exagerar, le da un aspecto a extraterrestre de la película Mars Attacks (1996) que echa para atrás; menos a un tío como Burt Reynolds, es evidente.
Pues a pesar de estar hecha para un público reducido, americano, insustancial, la película tiene la condición impepinable que entretiene durante todo el metraje de una forma bárbara.
Un plantel de tiparracos a cual más bestia para un partido en el que caen sonrisas sin más, y en el que se cumple la máxima de posicionarse del lado de los reclusos porque los carceleros parece que son los que tenían que estar presos y los presos en la calle. Una cárcel sin contemplaciones para condenas intensivas.