Eso es lo que dice Robert Mitchum en la mesa de un bar cuando le van a buscar. Hace gracia, y más oírlo de ese grandísimo actor. Hay una primera mitad que es una auténtica delicia para los que les guste ver películas con un transcurrir cotidiano de gente en un clima apropiado. La acción conlleva un agradable aire de melancolía gracias al buen guion y al ambiente relajante de una ciudad antillana: Muelles, calles de cuestas empinadas con pintorescos rincones, ropa tendida en el césped, humildes casas de madera con las puertas abiertas y un bullicio incesante. ¿Y hay estampas más icónicas en el cine clásico que ver a Robert Mitchum con gorra de marinero y a Rita Hayworth bailando, por ejemplo?

Dos marinos, Félix y Tony, amigos de fortuna, con Jimmy Jean de colega, recogen en su barquito de cabotaje nada más y nada menos que a Rita Hayworth. Demasiada suerte encontrarse con un pasajero así. Pues eso pasa. Rita Hayworth es la mujer de la que no te puedes enamorar, y claro, los dos se enamoran de ella.

Luego se puede considerar que hay una segunda parte, como si fuera otra película, en la que Tony (Jack Lemon) ha quedado atrapado en la bodega de un barco tras sufrir un accidente. Un caprichoso trance del destino y la cosa cambia a ese agobio que también es interesante, pero ya con distinto ritmo, otro escenario...

Aparecen nuevos personajes todos muy correctos, en especial el médico que nada más levantarse da cuerda al reloj y luego coge la “vespa” para callejear con pericia. Pero ahí sigue Rita, esa misteriosa mujer consciente de las pasiones que levanta… Y el drama continúa... Definitivamente, Fuego escondido es una película interesante para proponérsela y verla.