Cuando la sencillez prevalece el resultado puede ser Alarma en la frontera. Y es así, sencilla, porque carece de agobios, de alta tensión, de escenas escatológicas, de giros y piruetas acrobáticas con dobles y triples mortales. Sencillita, sin señales de peligro.

Alarma en la frontera es una huida sin riesgos de cortar la respiración, como con una ventaja que prevalece; con colchón, diríamos. Pero con su interés. Perry Mason, también conocido como Ironside, es el malo, el que anda pasando mercancía por la frontera; es un malo que no inquieta ni llega a desagradar si quiera por muy pesado que se ponga, y él es la pieza, el mafioso, que ella, como agente de policía, tiene que cazar.
Y líbrenme de pensar lo que hay hoy día con estos temas en esos sitios, pero en Alarma en la frontera lo que queda es un episodio romántico con una puesta en escena policíaca y carreteras sin asfaltar.

No me gustó el bailoteo inicial de las coristas, que era como para abandonar el local, malísimo, pero enseguida se arregla la buena marcha.
Y me gustó especialmente dos detalles:
-La muchacha del comisario mejicano, una niña morena muy guapa que no deja de mirar a McMurray, el otro que aparece en el "negocio", y los celos que por eso le levanta a la mujer
-y el episodio de la avioneta, ambas secuencias de una sencillez casi infantil pero poderosamente efectivas para el desarrollo de la historia de amor.