Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
8
Bélico En 1943, una patrulla de soldados americanos desembarca en una isla del Pacífico con la intención de comprobar la existencia de bases operativas japonesas. La acción se lleva a cabo a pesar de los enfrentamientos entre mandos y subordinados. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todos los films bélicos rodados por Raoul Walsh, quizá sea “Los desnudos y los muertos” el más sombrio y el único que ofrece un razonamiento dialéctico sobre el hecho de la guerra. No en vano se inspira en la en la novela homónima de Norman Mailer (junto con Truman Capote, está considerado el gran innovador del periodismo literario), Mailer fue reclutado por el ejército durante la 2ª Guerra Mundial, sirvió en el sur del Pacífico. En 1948 escribió la obra que le haría famoso en el mundo “The Naked and The dead” (Los desnudos y los muertos) basada en sus experiencias durante la guerra. El film en su primera mitad se centra en glosar mediante flash-back las visicitudes de los personajes, film seco y austero a pesar de su apariencia de gran producción, estupenda fotografía en formato panorámico de Joseph LaSelle y música de Bernard Herrmann.

Durante la mayor parte de su largo metraje, el film establece un hábil paralelismo entre las condiciones de vida de la tropa y la de sus oficiales, hasta mostrar el conflicto que codifica el discurso con la aparición del teniente Hearn (estupendo Cliff Robertson) y sus continuos enfrentamientos con el general Cummings (espléndido Raymond Massey). Uno y otro representan dos posturas antagónicas: Hearn le reprocha a Cummings la ostentación de privilegios de que hacen gala los oficiales; Cummings se defiende explicando su peculiar concepto del mando: ganarse el odio de la tropa… Ambos oficiales no tardan en llevar la discusión al terreno de los ideales americanos: para el general, la guerra supone una oportunidad única para que el país salga de la inmovilidad histórica en la que se encuentra sumido y arrastra la convicción de que el futuro está en el ejercicio de una férrea moral de poder, de arriba abajo: “Tú no lo puedes entender, pero te aseguro que para hacer funcionar un ejército hay que crear una atmósfera de terror para cada hombre. En el ejército hay presidiarios, desertores, y la disciplina tiene que ser, proporcionalmente, más dura. La rabia que acumulan les hace pelear mejor”.

Hearn hijo de un oficial de alta graduación que es amigo de Cummings, rechaza la guerra y, con ella, la argumentación parafascista de su superior. Pero el enfrentamiento de ambos militares va mucho más allá de las palabras: el general busca la humillación del teniente, obligándole a encargarse de la limpieza de su tienda o despacho de campaña, que tendrá que adornar también con flores. Hearn humillado le pide su traslado a un comando que debe infiltrarse tras las líneas enemigas, que el general concede consciente del riesgo de la misión. Entonces Walsh nos relata con su experiencia la crónica bélica donde el teniente descubrirá moral y físicamente las equivocaciones del nefasto general. Como en “Objetivo Birmania”, igual que en esta, los mosquitos, las serpientes, los sonidos de la selva, el paso rápido de las nubes oscureciendo el paisaje, el viento que agita la maleza, adquieren un especial protagonismo y lo peor es que le acompaña un sargento representando en buena medida la moral de Cammings.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow