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Voto de Antonio Morales:
7
Drama La acción de este descarnado retrato de la naturaleza humana, basado en la obra de Valle-Inclán, transcurre en la Galicia de principios del siglo XX. Para huir de la pobreza, la esposa de un sacristán de aldea utiliza a un niño hidrocéfalo como atracción de feria. Eso la llevará a enfrentarse a su cuñada, que tiene el mismo propósito, y a meterse de lleno en un mundo en que residen las más bajas pasiones. (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prejuicio es, por definición, la negación del verdadero juicio, o lo que es lo mismo, la peor venda que puede arrastrar la mirada de todo aquel que decida acometer la valoración razonada de una obra con su opinión, en este caso me refiero a las películas que los usuarios comentamos en esta web. Y mucho me temo que, no todos solemos respetar esa lógica tan aplastante, pues al parecer se impone por una cierta mayoría, una determinada posición imperante que descalifica a la obra que desafía o no se suma a esa posición ideológica predeterminada, negando a partir de entonces, su valor artístico y demonizando al que la defiende por repugnantes y sectáreos prejuicios ideológicos, mientras presumen de tolerantes y demócratas. Es por ese motivo que, al valorar “Divinas palabras”, muchos caigan en el error de descalificarla por no comulgar con sus postulados.

Perteneciente a la corriente literaria modernista española, Ramón María del Valle-Inclán fue dramaturgo, poeta y novelista asociado a la generación del 98, “Divinas palabras” es una ejemplar adaptación de una de sus denominadas Comedias Bárbaras, por José Luis Gª Sánchez admirador de toda su obra, donde recrea un esperpento de la Galicia feudal y mágica, enraizada culturalmente en nuestra tradición y sirviéndose de personajes populares y marginados. Narra las desventuras de un grupo de aldeanos encabezado por una mujer de mala fama, Mari-Gaila (Ana Belén), la mujer del sacristán de San Clemente (Paco Rabal) que se disputa con su cuñada (Aurora Bautista) al huérfano hidrocéfalo poseedor de un singular y enorme “carayo” o pene, que van exhibiendo por las ferias de los pueblos gallegos para obtener dinero.

La película preserva el espíritu del ilustre autor y al mismo tiempo alumbra un trabajo genuinamente cinematográfico. Para que esto último fuera viable, cabía sólo elegir entre dos opciones casi opuestas, por una estilización extrema o por una teatralidad asumida hasta el límite de experimentar orientándose hacia un naturalismo matizado que da lugar a una transcripción de sus intenciones más que a una reproducción literal de su letra. El cineasta escoge esta segunda opción claramente para salir airoso. En el fondo, un drama más expresionista que propiamente esperpéntica, sin duda la mejor adaptación que se puede ver sobre el escritor. Siendo fiel a su esencia con escasa condescendencia, y testimoniando con fuerza e ironía el paisaje espectral, abrumador, vomitivo y deprimente de un ambiente mísero de una España atávica y angosta.

Alejado de un academicismo estéril y aireando inteligentemente la obra teatral, el cineasta consigue gracias a una excelente ambientación e inmejorable plantel de actores, que en sus imágenes resida la atmósfera malsana y realista, la fisicidad del paisaje gallego, de tiempos pretéritos, de escenas sórdidas, con sus peculiares gentes, seres deformes como atracción de feria, charlatanes, titiriteros, mendigos, gitanos, meigas, pordioseros, analfabetos y cotillas, supersticiones, religión, mezquindad e intolerancia. Todo ello conlleva una tragicomedia donde las bajas pasiones, las envidias, las traiciones y la violencia invaden el ambiente rural de la Galicia de principios del siglo XX. Un cruel retrato de la naturaleza humana con acento gallego.
Antonio Morales
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