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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Mientras el rey Felipe II (1559-1598) agoniza a la sombra del esplendor perdido, un hombre, desafiando los designios divinos y la justicia humana, convierte sus pasiones en destino y su voluntad en ley. Su fama es tan grande como su orgullo. Su condena, eterna. Su nombre, una leyenda: Don Juan. Libre adaptación del "Don Juan" de Moliére. (FILMAFFINITY)
11 de octubre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera impresión que me produce este interesante y atípico film es que estamos ante una obra preciosista con unos diálogos insólitos en los que abunda la filosofía y las máximas. La historia moralista de Don Juan es revisada por Gonzalo Suarez, admirador del cine de Bergman, intentando convertirse en una nueva aventura épica sobre el destino del hombre. El atípico director, si existe una carrera atípica es la de este cineasta español, novelista convertido en realizador que alcanzó su madurez creativa con “Remando al viento”, aquí nos sugiere una personal reflexión sobre la figura de Don Juan, pero ignorando las obras de Tirso de Molina y Zorrilla, en su opinión demasiado románticas, para acercarse más a la versión de Molière.

El título del film pertenece a un poema de Baudelaire: “Las flores del mal”. Este Don Juan interpretado magistralmente por Fernando Guillen (premiado con el Goya), es un hombre ya maduro que trata desesperadamente de gozar el momento, y cuando lo ha logrado, comprueba que es como el agua que resbala por sus dedos, resultándole imposible detener ese instante. Sus conquistas de alcoba apenas poseen importancia, la figura de Don Juan persistirá mientras que el concepto de seducir subsista en el hombre más allá del amor, a la vez que enlaza con la principal característica de la figura literaria. Suarez lo retrata con simpatía, resulta innegable que el director comparte la capacidad de rebeldía contra aquella sociedad que rechaza su filosofía.

Desde una iconografía personal y surrealista, el cineasta modifica la edad del libertino y nos muestra un seductor envejecido, cómo la decadencia hace acto de presencia, y la muerte se le acerca irremediablemente: “Tengo fe en que la muerte sea mujer”. Otro detalle importante introducido por el director asturiano ha sido situar la historia en época de Felipe II, Iñaki Aierra incorpora con absoluta convicción un gobernante que de alguna manera es el contrapunto de la figura de Don Juan. Si éste trata de recobrar la alegría de vivir, el decrepito monarca, moribundo como el imperio español, pretende abolir la risa para siempre. Una película llena de sugerencias, su sensibilidad emana magia poética por todos sus poros. La fotografía es delicada y fascinante, así como el vestuario y la dirección artística. Cine español de calidad universal.
Antonio Morales
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